Llegó la hora de las regiones

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Dicen que todo tiene su tiempo. Un aparte del claro y especial discurso de posesión del nuevo Gobernador de Antioquia Sergio Fajardo, me hizo recordar que además también todo tiene su lugar. 

En Colombia llevamos año y medio -y más tiempo si contamos los dos gobiernos de Uribe de un localismo presidencialista- inmersos casi por completo en el país nacional, que es sólo uno de nuestros ámbitos. Debido a varias causas los colombianos hemos dedicado la atención a ese país nacional, del cual si bien todos hacemos parte no es nuestro único escenario. 

Es que nuestras vidas son cotidianas, y aunque el autocentralismo que nosotros mismos albergamos nos hace propensos a la pompa y a la corpulencia del poder nacional, somos ciudadanos de las calles y campos en donde permanecemos, por donde nos movemos, y en donde trabajamos, estudiamos, conversamos, respiramos y sentimos que la vida nos toca ya sea con caricias o con golpes.

Esos espacios cercanos, de surgimiento y existencia no solo formal sino natural y espontanea, son nuestros municipios y nuestros departamentos, nuestras regiones. Y porque casi nos obligan y también porque queremos, miramos y escuchamos en exceso las noticias generadas en Bogotá, ya sea para la Capital o para todo el país, pero nos equivocamos quedándonos ahí, nos equivocamos nosotros y también las autoridades nacionales, y muchas veces nuestros mismos alcaldes y gobernadores.

No. Colombia es un país de regiones sociales y con una división política compuesta por departamentos, municipios y distritos, en donde hay unas autoridades que también elegimos y que también tienen poder. Y un poder mayor, aunque pensemos lo contrario frente y pese al centralismo que sufrimos, pues son autoridades que pueden cambiar más fácilmente nuestras vidas, dada su cercanía y su conocimiento profundo de nuestros ámbitos palpables, visibles y por ello reales.

El pasado primero de enero fue un día clave para Colombia. Sin demeritar al presidente Santos ni a las demás autoridades nacionales, esa fecha -como lo es cada cuatrienio- fue el día de las regiones, de los departamentos, de los municipios, de los distritos, de los barrios, de los colombianos de a pie; de nosotros como ciudadanos de carne y hueso. Ese día se posesionaron unas personas mucho más cercanas a nosotros por obvias razones físicas.

Así los colombianos seamos pues proclives a ver, oír, señalar y comentar en demasía lo nacional por su boato, su poder extendido y en ocasiones por esa lejanía que le da cierto aire mesiánico, tenemos que dar mayor relevancia y estar más atentos a los gobernadores, los alcaldes, los diputados, los concejales y los ediles.

Y eso va también como mensaje más potente y sin ánimo de crítica para el Gobierno central y las otras autoridades nacionales. Como lo decía Fajardo, ya pasó un año y medio de leyes y anuncios de innegable importancia, pero llegó el momento de bajar esas medidas, de ponerles rostro, de vestirlas con traje de calle, de aplicarlas en las regiones, en las casas, en las veredas. Y para eso es clave la interlocución permanente de lo central con lo regional y local.

Muy poco pueden hacer el Presidente, sus ministros y los congresistas sin estar al lado de esas autoridades que se posesionaron el pasado primero de enero, como también muy poco pueden hacer éstas sin aquellos. Esa es la fórmula justa para el desarrollo equitativo e integral de Colombia. Se trata de poner a funcionar todos los piñones de una máquina y de sacarle el provecho óptimo. Ninguna pieza puede quedarse inmóvil y el rendimiento debe ser uniforme. No puede ser el macropaís ni el micropaís, debe ser el país total.