El rey león si pudiera, amaría la democracia

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Las imágenes de televisión fueron grotescas, y mostraron al mundo de lo que somos capaces los seres humanos. Ver como Gadafi, el Carnicero de Trípoli, era capturado y posteriormente su cuerpo sin vida arrastrado como trapo viejo en medio de celebraciones, me impresionó sobremanera.

Ningún ser humano merece semejante suerte ni debe ser privado de su dignidad, ni siquiera alguien como Gadafi. El comportamiento de los rebeldes en Libia no fue muy diferente, del que tantas veces he visto en los programas de NatGeo, en que el león rey de la manada, sufre una derrota -coupd'etat- a manos de leones más fuertes y jóvenes, y generalmente termina muriendo solo a consecuencia de las heridas.

Lo de Libia nos recuerda ese lado salvaje y animal que todos llevamos por dentro y que aflora de maneras insospechadas. De aquí la belleza de un sistema como la democracia.

De la democracia se habla mucho política y académicamente, sin embargo rara vez es abordada desde la perspectiva que aquí voy a plantear, que es la democracia como guerra civilizada. Es decir, una solución salomónica al complejo edípico presente en todas las sociedades.

Si el rey león tuviera la capacidad de hacerlo, seguramente que instituiría la democracia en la manada y tendrían elecciones. De esta forma la confrontación seria en las urnas y no una batalla a vida o muerte por el poder.

Despojada de todas las arandelas, esta es la esencia de la democracia y su utilidad para las sociedades que la adoptan.

Este gran avance de la civilización, permite que se haga una transición pacífica del poder. Por otro lado, cuando se recurre a las dictaduras, o se le hace trampa a la democracia, los seres humanos revertimos a la violencia primitiva y animal para lograr la transición de poder.

Si revisamos la historia, casi todos los tiranos y dictadores han sido depuestos o asesinados en derrocamientos. Han sido muy poquitos los que han podido morir tranquilos y de avanzada edad.

Y en el caso de las democracias deformadas, en donde la democracia es una mera formalidad para esconder el hecho de que una elite es la dueña del poder, se producen factores de violencia tipo guerrilla, golpes militares, entre otros, que tratan de lograr esa transición de poder.

Es decir, que si la democracia no garantiza la fluidez en el acceso al poder, comienza a ser socavada, y tarde o temprano la transición se logra violentamente. Por esto, es bueno tratar de fortalecer la democracia en vez de debilitarla so pretexto de muy loables motivos.

Aquellos que tratan de perpetuarse en el poder por medios nones santos, deberían recordar que el poder como muchas otras cosas, se gasta, y que es muy difícil reinventarse constantemente para mantenerse vigente.

Todos los regímenes autoritarios comienzan por tener una aurora redentora que generalmente goza de apoyo popular, pero al fracasar las promesas y dejar en vilo las expectativas populares que inicialmente los acompañaron, optan por la represión para mantenerse en el poder.

Y una vez comenzado a andar este camino de brutalidad y represión, se puede anticipar que el final de estos regímenes autoritarios se dará por vías de hecho, aunque pueda demorarse centurias en algunos casos. El miedo como persuasor único también se gasta, y el pueblo pierde el miedo a confrontar a la dinastía o al dictador, y entonces se producen las revoluciones y las guerras civiles.

Esto le sucedió a Gadafi. Su brutalidad dejó de funcionar, y el pueblo libio perdió el miedo a morir, quizás porque en el fondo todos llegamos a un punto en que preferimos morir peleando a vivir permanentemente con miedo.

Lo interesante en el caso de Gadafi, es que era tanto su megalomanía, que se creía amado por todo su pueblo como si fuera un dios. Nunca entendió lo que le estaba sucediendo y por tanto no pudo reaccionar a tiempo para salvarse y tal vez, haber logrado una transición pacífica en Libia.

Su estratagema de fingir que él no tenía ningún poder, puesto que había renunciado a él hacía mucho tiempo, no funcionó.

El poder autoritario es difícil de esconder, y se puede decir con facilidad cuál es su fuente. Así sucedió con Gadafi, con Fidel en Cuba y otro tanto con el otrora hombre fuerte de Panamá, Noriega.

Si Gadafi se hubiera inmolado ahogándose en una piscina llena de popó de camellos salvajes, su muerte no hubiera sido tan inocua y absurda, y hasta hubiera sido memorable. Buen dato para que Fidel y Chávez tengan en cuenta. Lo del camello es solo una sugerencia, ya que estoy seguro que la de vacas también funcionaría.

Pero no, Gadafi buscó el martirio de un libertador, sin saber que realmente el mundo lo veía como un carnicero, y que su muerte sería nada más que la caída de sátrapa sicópata de los muchos que en el mundo han sido. ¡Bendita sea la democracia!