¡Ellos cuentan la historia a su acomodo!

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



 La frase “La historia la cuentan los ganadores” ha hecho carrera. Aunque no sean verdaderos triunfadores, los autores de algunas obras ‘histórico-literarias’ posan de héroes, patriotas y, en el menor de los casos, mártires cuyas ejecutorias deben ser admiradas por las futuras generaciones.

Si nos interesase la Historia, así, con mayúscula, gran material de lectura tendríamos en textos como “Vida de los doce Césares” de Suetonio, “Vidas paralelas” de Plutarco, “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar y otros tantos citados en Acotaciones anteriores. O también consultaríamos la colección de Editora Cinco, que nos presenta de manera objetiva las biografías de Julio César, Marco Polo, Napoleón, Rousseau, Gandhi y Einstein, entre otras. Pero por el poco tiempo que en los colegios se dedica a la historia universal, los jóvenes colombianos de ahora tienen como recurso sumergirse en las páginas de obras que muestran aspectos de la vida del país pero desde la óptica de quienes en su debido momento tuvieron en sus manos las riendas de esta Colombia ‘descuadernada’, según palabras del expresidente Carlos Lleras Restrepo.

Por esa senda de la escritura insulsa y siempre sesgada, llegamos a obras que pretenden conformar nuestra historia; es decir, la que encontrarán en el futuro nuestros nietos. Así, nos topamos con “Aquí estoy y aquí me quedo” de Ernesto Samper Pizano; “Memorias olvidadas” de Andrés Pastrana Arango y “No hay causas perdidas” de Álvaro Uribe Vélez. No sabemos que haya libros escritos por los expresidentes Julio César Turbay ni de Virgilio Barco Vargas.

El libro de Samper es un intento de justificación para sus cuatro años de gobierno. El Proceso 8000, según el autor, es un montaje alimentado por calumnias, zancadillas y traiciones urdidas por opositores a su gestión presidencial y aun por allegados al mandatario, funcionarios con insaciables ambiciones personales. El Cartel de Cali no apareció por allí; y si le lanzó algún ‘paracaídas’ en el momento crucial de la segunda vuelta electoral, fue a espaldas del Presidente. Conclusión: “Aquí estoy y aquí me quedo” es una pieza seudo literaria en la cual, tras bambalinas, se observa la mano experta del periodista Daniel Samper Pizano, hermano del autor.

Andrés Pastrana también aporta lo suyo a ese sainete que nos mueve de un lado para otro desde hace unos cuantos años. “Memorias olvidadas” es más digerible que la defensa escrita de Samper. Se observa en el libro de Pastrana el interés constante por que se lo considere merecedor del premio Nobel de Paz: afirma que, con menos méritos, ese galardón le fue otorgado a Anwar Sadat en 1978. (Página 174).

El libro de Uribe es un elogio a su estirpe antioqueña. Lo deja ver desde la primera página: cuando su padre lo increpaba, le exigía “portarse como un varón”. Ese es el núcleo del libro; el personaje se toma la introducción, el nudo y el desenlace. Por ningún lado queda espacio para reconocer errores. Los paramilitares no existen; solo son personas que tienen derecho a defenderse; y si forman cooperativas para lograr sus objetivos, tanto mejor. Los herederos del expresidente, dignos exponentes de la clase empresarial de Antioquia, son solo jóvenes visionarios, forjadores de riqueza para su país. Los negocios con las basuras y otros conseguidos gracias a información privilegiada, no son ciertos, según el autor de este libro. Juan Manuel Santos también posa de escritor, en su propia defensa. Esperemos la biografía del ingeniero Rodolfo Hernández; ya Gustavo Petro se le adelantó en la palestra editorial.

Esa es la Historia que encontrarán nuestros nietos: sin narcotráfico en el gobierno; sin paramilitares a lo largo de la geografía colombiana y sin los llamados ‘falsos positivos’. Porque quienes acceden al poder, con sus ‘memorias’ escritas al final de sus respectivos mandatos, pretenden tapar la amarga realidad con parrafadas que serían dignas de mejores causas, pero que, en la pluma de sus autores son solo justificaciones imposibles de aceptar. Como se afirma al inicio de esta columna, los ganadores son quienes escriben la historia, como ocurría con los relatos y películas del Lejano Oeste.


Más Noticias de esta sección