Internet: entre la libertad y la censura

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Aun cuando no parezca, la guerra algunas cosas buenas: la tecnología militar, usada con fines civiles, ha contribuido con desarrollos que han mejorado la calidad de vida de la humanidad en campos como la medicina y la farmacología, las comunicaciones, publicidad, mercadeo, propaganda, electrónica, transporte y nuevos materiales, entre otros muchos: generan un increíble confort que bien se puede obtener por medios civilizados.

De los recientes conflictos bélicos han surgido las maravillosas tecnologías de cómputo y de comunicaciones, desarrolladas para la seguridad de las naciones.

En la Segunda Guerra Mundial aparecen el Zuse Z3 alemán, el Colos sus inglés y el Enuiac estadounidense, primeras máquinas con las características de un computador.

Sus dispositivos electrónicos hacían posibles numerosos cálculos por segundo, algo increíble en esa época pero muy poco comparado con las potentes máquinas de hoy.

Atrás quedaban los ábacos y los aparatos mecánicos de cálculo.

La sucesiva llegada de transistores, circuitos integrados y microprocesadores permitió desarrollar equipos más livianos, poderosos y fáciles de usar, con útiles dispositivos periféricos, en especial los de almacenamiento de información, y nuevas aplicaciones en campos civiles. Aún así, se requería de conocimientos específicos para manejar esa generación de computadores por lo cual no se había masificado su uso.

La primera red de computadoras conectadas aparece en USA con el Proyecto Rand, claramente militar, que luego da paso a la Arpanet; más tarde Europa se integra mediante TCP/IP. Estos desarrollos militares estarían después al servicio de la educación y la investigación en todo el planeta. Punto clave fue la introducción de hipervínculos para desarrollar la WWW (World Wide Web) y, posteriormente, de las interfaces gráficas, navegadores y motores de búsqueda.

El siguiente paso obvio era la comercialización del sistema a todo público. Se "socializaba" así la internet para fines comerciales, educativos, investigativos, lúdicos, de comunicación, archivística y muchísimos otros, de gran beneficio todos.

La explosión del uso bajó las tarifas al punto en que hoy el acceso es de muy bajo costo y prácticamente al alcance de cualquiera.

Claro, al lado de semejantes beneficios, era de esperar el uso para otros fines "non sanctos". El bloqueo y la destrucción de páginas web mediantes virus informáticos, los atracos virtuales a entidades financieras, robos de identidad y suplantación, correos masivos, información falsa y difamación, y cualquier tipo de fraudes. Nada distinto de la vida real: lo que pasa en la red es igual a lo que sucede en la vida real.

Todo indica que el anonimato es el argumento perfecto para ciertos delincuentes y sus delitos cibernéticos. Incluso, las redes criminales y terroristas han encontrado en Internet un medio tan eficiente y útil como lo han hecho las empresas legales que usan la web. Hasta los políticos usan redes sociales para difundir sus mensajes y buscar votos.

La reacción al fatídico 9/11 pasó del control físico al control virtual para perseguir organizaciones delictivas y terroristas, satanizándose el libre uso de la red. No obstante, los primeros hervores visibles de tan candente tema vienen del fuego que trajo la filtración de Wikileaks. De ahí las diversas iniciativas surgidas en todo el orbe, Colombia incluida con el proyecto de "

Ley Lleras", y ahora Francia con su "Ley Hadopi", países ambos sin ningún peso en la importancia global de la red, que parecen actuar por mandatos desconocidos. Pero es que Internet ha servido, por ejemplo, para mostrar las pésimas condiciones laborales en la China comunista, pero también los horrores de la invasión norteamericana a Irak; para mostrar las atrocidades del gobierno de los Castro en Cuba al igual que las barbaridades de los presos de Guantánamo; para conocer las monstruosidades de la guerrilla y de los paramilitares; para saber cómo nuestros políticos saquean el erario o se burlan del país. Las redes sociales han sido vehículo idóneo para derrocar tiranos o movilizar inconformes, como en el reciente M 15 español.

Sin importar las verdaderas libertades y los derechos fundamentales, con argumentos razonables y de mucho peso como la protección a los derechos de autor, control de la pornografía infantil o la necesaria seguridad, muchos poderosos le apuntan a una censura global de la red y seguimiento a sus usuarios, lamentándose al mismo tiempo de la "desestabilización de las democracias", como lo afirmó Sarkozi en la instalación de la última reunión del G8. Propenden por un "Big Brother" más omnipresente y vigilante que como lo imaginó George Orwell: una Policía para controlar la libertad.

Se dirá que sin un espionaje universal no habrá manera de seguir a los delincuentes. También, se contradirá con que son argumentos para evitar filtraciones comprometedoras a los verdaderos dueños del mundo y sus fichas.

Miedo de ellos al poder de la verdadera democracia, aún cuando furtivamente ya existan seguimientos y controles a quienes consideran peligrosos para sus intereses particulares.