Bondades e importancia del crucigrama

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Para resolver crucigramas es necesario tener cierta dosis de cultura. O por lo menos, la capacidad mental que nos permita relacionar ideas, acontecimientos del pasado o de palpitante actualidad. Conviene, también, ejercitar la abstracción y no menos la analogía.
Quien no encuentra en su mente elementos para establecer comparaciones, teme resolver crucigramas.

El crucigrama apareció en Inglaterra en 1868. Fue inventado por el periodista y editor inglés Arthur Winne cuando recordó un juego infantil que le enseñó su abuelo: el cuadrado mágico, que consistía en ubicar palabras en casillas dentro de un cuadrado de modo que pudiesen leerse tanto horizontal como verticalmente. En una revista titulada ‘St. Nicholas’ un tal Hyperion empezó a publicar los “Double Diamond Puzzle” (rompecabezas de doble diamante). Se entrelazaban palabras pero sin el uso de cuadritos negros.

El primer crucigrama moderno se publicó en el suplemento dominical del periódico New York World el 21 de diciembre de 1913. En América, como en Europa, numerosos diarios y suplementos dominicales tomaron como costumbre incluir este pasatiempo. El uso de claves y la introducción de frases, nombres completos, títulos y otros recursos le abrieron nuevas posibilidades. Esto permitió elaborar crucigramas cada vez más sofisticados. También se han creado crucigramas especiales para desarrollar el cultivo de la palabra y de la capacidad lingüística de niños y jóvenes estudiantes. La revista Bohemia, de Cuba, en su colección de crucigramas aconsejaba: “Haz la prueba con esta antología de cultura general de pequeño formato. O, si aceptas el reto, intenta crear uno”. De mayor complejidad es el ‘crucigrama blanco’, en el que no existen casillas negras y el participante es quien debe descubrir su localización. Hay crucigramas que constituyen un derroche de ingenio. El ‘Cruci-Broma, por ejemplo, que pone a prueba el buen humor de quien lo resuelve. Al fin y al cabo la risa sigue siendo “el remedio infalible”.

El crucigrama, como otros juegos para intelectuales, no es cosa del otro mundo. Su resolución puede fomentarse, sobre todo entre niños y jóvenes. El ambiente escolar ofrece un espacio ideal para introducir al estudiante en este universo del cual difícilmente puede escaparse una vez iniciada su afición. Cuando un alumno toma en sus manos el diccionario para salir de una duda que le plantea un crucigrama, el profesor puede reclamar como propio ese triunfo de la cultura sobre el ocio –y sobre el vicio, además–. La mayor parte de los adultos que hoy resuelven un crucigrama mientras esperan su turno para una consulta médica o en instituciones bancarias, descubrieron las bondades de este ‘tablero mágico’ y no renunciarán jamás a la adquisición de nuevos conocimientos. ¡Cuántos no lamentan haber dejado inconcluso un crucigrama! Pero más tarde, con toda seguridad, vuelven sobre él hasta encontrar la palabra esquiva.

Alguna vez quisieron comparar la resolución de crucigramas con la participación en el concurso de TV “Quién quiere ser millonario”. Pienso que este último ejercicio se queda corto ante los alcances de un buen crucigrama, pues este no ofrece distractores ni acepta llamadas de auxilio a terceros cuando el participante se encuentra en una encrucijada. El 21 de este mes el crucigrama moderno llegará a sus 103 años de existencia. Y, como lo pregona en su publicidad un famoso whisky escocés, “...todavía sigue tan campante”.