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En un punto crucial por la aprobación de vacunas

Editorial
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La lucha contra la malaria o paludismo, que se transmite a los humanos por la picadura de mosquitos Anopheles infectados, se encuentra en un punto crítico para África, que produce el 94 % de los casos, con la esperanza de que la aprobación de dos nuevas vacunas frene el avance de la enfermedad.

La lucha se encuentra en un momento crucial. En los últimos años ha quedado claro que se ha producido un estancamiento. Según afirma la Organización Mundial de la Salud, OMS, en su 'Informe Mundial sobre la Malaria 2023', en 2022 hubo 249 millones de casos -cinco millones más que en 2021- y más de 600.000 muertes.


En África se producen el 94 % de los casos, la mitad en Nigeria, 27 %; República Democrática del Congo, 12 %; Uganda, 5 % y Mozambique con 4 %. En los últimos veinte años, la malaria ha disminuido significativamente en todo el mundo. El problema es que la mayoría se da en países africanos, donde ha habido enormes aumentos.

Según la OMS, pese a un mejor acceso de la población a mosquiteras tratadas con insecticida o medicamentos para prevenir el paludismo, el número de personas que contraen esta enfermedad es cada vez mayor.

Esa realidad se puede atribuir a la resistencia del mosquito al insecticida que se utiliza para tratar el mosquitero o a que las intervenciones para el control de la malaria no llegaron a todos los que necesitan recibirlas.

Así, la respuesta mundial a la malaria se enfrentó a múltiples amenazas, como la resistencia a los medicamentos, las crisis humanitarias, el cambio climático y los retrasos en la ejecución de los programas.

Se necesitan herramientas adicionales para lograr avances; hasta ahora, lo que tuvo éxito fue el uso de mosquiteros y el rápido tratamiento.La OMS ha advertido de que el cambio climático afecta a la propagación de la malaria. Es una gran preocupación, los desastres ecológicos también influyen.

Cuando se producen fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones, aumentan los criaderos de mosquitos que contribuyen a expandir la malaria. Ese es un efecto del cambio climático. Además, también pueden surgir áreas que se vuelvan más propicias para los mosquitos; así que  se puede  tener lugares en los que en el pasado los mosquitos no podían reproducirse, y ahora sí.

Otro de los problemas, es la interrupción de los servicios sanitarios. Si hay corrimientos de tierra, la gente no puede llegar a los centros de salud, y esto supone un gran reto, porque la malaria sigue siendo la enfermedad que supone la mayor carga para los sistemas de salud de la mayoría de los países africanos. A pesar del estancamiento, las vacunas pueden transformar esta situación. En 2021, la OMS recomendó el uso de la vacuna RTS,S/AS01, más conocida como Mosquirix, en zonas de moderada y alta transmisión de paludismo.

Desde 2019, en un programa coordinado por la OMS, Ghana, Kenia y Malaui aplicaron esta vacuna a más de dos millones de niños, demostrando una caída del 13 % en las muertes y una reducción sustancial del paludismo grave.

Ya en 2023, la OMS aprobó el despliegue de la Mosquirix, además de la aprobación de una segunda vacuna, la R21/Matrix-M.

Uno de los enfoques importantes para combatir la malaria es el desarrollo de vacunas, pero no existe una solución mágica. La vacuna debería utilizarse junto con las intervenciones de control que ya existen y esto aceleraría el progreso. Estas vacunas brindan inmunidad parcial, por ello, cuando alguien ha recibido la vacuna, aún puede contraer malaria, aunque con menor probabilidad y virulencia.

Hay esperanzas para el futuro de poder lograr la eliminación de la malaria, pero va a costar mucho trabajo en común y compromiso, por lo anterior también se debe ser  optimista: Definitivamente se ve la esperanza ya que juntas, estas vacunas reducirán la malaria en un 75 %, y ya están empezando a desplegarse en muchos países de África subsahariana.



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