Condena al éxito

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El testimonio de vida de un expresidiario que tuvo que vivir infortunios para resocializarse con el mundo exterior.


La cárcel para todo ser humano llega a convertirse en el lugar donde se subsumen todas las formas de castigo que marcan un antes y un después, es la última parada del proceso de justicia y el comienzo de una nueva dimensión para el enjuiciado. Este el caso de un transgénero de 30 años de edad, quien por acciones puestas por el destino, compró su boleto de entrada al Establecimiento Penitenciario y Carcelario de Mediana Seguridad de Santa Marta. Este samario a quien se le llama por su nombre identitario como Cristina Cantillo Martínez, contó su experiencia vivida tras las rejas, quien duró 14 meses como recluso.

El pasado

Cristina tenía una discoteca ubicada en la comuna 5, reconocido con el nombre ‘Avenida Brasil’ quien la describe hoy en día y con mucha pena como un lugar de tolerancia donde se prestaba para consumir alcohol y todo tipo de sustancias psicoactivas.Cada vez el lugar fue tomando fama y la clientela creció hasta el punto que empezó a dar problemas a los residentes del sector y a las mismas autoridades, en vista que al momento de tomar el control, los eufóricos clientes, influenciados por el éxtasis de la noche y otras cosas más, no permitían que les acabaran su francachela; en ese ritmo permaneció durante un año hasta que el propietario del lugar decide quitarle el local por los problemas generados en los disturbios, “las fiestas llegaban a un punto que parecía como si se hubiera acabado un concierto y le gente estuviera saliendo ” expresó Cristina.

Los problemas vinieron después cuando las pérdidas comenzaron a pasar la cuenta de cobro a Cristina y para solucionarlo tuvo que endeudarse porque no quería darse por vencida y decide montarlo en su propia casa, solución que empeoró porque cada fin de semana, ‘cual concierto de Rock’, fue deteriorando su domicilio.

Ad portas de la cárcel

Un día cualquiera del 3 de enero del 2016, a las 7:00 a.m., la Policía tocó la puerta de Cristina, ubicada en el barrio Galán, quien según ella, fue llamada con engaños por los uniformados, porque hicieron que saliera de su domicilio para que diera una información sobre un sujeto armado, que se la pasaba rondando el negocio que ella administraba, seguido, procedieron a llevársela a la fuerza a las instalaciones de la URI en la patrulla, pero antes, narró que permaneció en el vehículo todo el día hasta que llegaron en la noche al CAI de Mamatoco, lugar donde escuchó en la radio de la estación “todo listo”, en ese momento aún no comprendía que era lo que estaba sucediendo, cuando pudo percatarse que la estaban llevando a la URI y de inmediato le leyeron sus derechos y el delito por el cual era sindicada, que había sido por porte y tráfico de estupefaciente.

“Era muy confuso lo que pasaba porque yo ni cigarrillo fumaba y cuando llegué a la URI resulté con que los policías me habían quitado dos bolas de marihuana”, dijo Cristina.

Después de largas 12 horas en el calabozo, un juez le concede la libertad inicialmente por el mal procedimiento por parte de las autoridades. Como ciudadana, se sintió vulnerada de sus derechos, decidió abrir un proceso por lo sucedido y a las pocas semanas llegó el segundo campanazo, esta vez con orden de captura.

El llamado

Un 9 de febrero, la Policía y la Fiscalía llegaron con una orden de captura en su contra, pero esta vez estaba involucrado con una supuesta banda dedicada al hurto de motocicletas, en medio de risas contando su testimonio como si fuera una comedia, expresó “con decirte que ni moto sé manejar y resulté con que yo era la que me llevaba la moto”. Nuevamente hace su aparición en las instalaciones de la URI y la ingresan a una habitación con dos sujetos más quienes eran sus supuestos colegas de la ‘banda’, Cristina afirmó que se llevó una sorpresa al ver uno de ellos pues era conocido, el otro, era un anónimo más en el recinto. Ella cuenta que la persona a la que conocía se le acercó con gran inquietud del porqué estaba ahí y con tristeza le respondió que era por el mismo motivo por el cual lo habían capturado.

La audiencia

Luego de 24 horas en el calabozo, realizan la audiencia, por lo que de inmediato el juez le imputa el cargo de hurto agravado y concierto para delinquir y le dictan “Detención intramural para Cantillo Martínez Wilfrido “fueron las palabras del togado, de igual forma hacia los dos sujetos. Uno de ellos habló que Cristina no tenía nada que ver con el delito, que la dejaran libre, pero la revelación no fue suficiente para el juez debido a que tenían supuestos testigos que la habían reconocido como una de las integrantes de la banda. El problema siguió porque según la implicada, aparecieron de la nada dos testigos que aseguraban haberla visto llevándose una de las motos. Ya con esa aparición, fue una prueba contundente para enviarla directo a la cárcel de hombres.

Entre muros

Un día después, Martínez ya tenía nueva residencia, la cárcel. El 10 de febrero el reloj de arena con su receptáculo lleno en la parte superior comienza a fluir a la parte inferior. En ese lapso comenzaron las despedidas con su madre, iniciaron los temores sobre qué podía suceder al otro lado de los muros. Guiada por los malos rumores, cristina estaba llena de pavor y sólo se encomendó a Dios en resignación por lo que estaba viviendo “Dios mío si tienes un propósito para mí, que así sea”. La primera persona en recibirlo fue un oficial del Inpec, uno de los encargados de los pabellones, a quien le dicen ‘pabellonero’, que con mucha sorpresa se llevó Cristina por su buen trato.

En una fila se encontraba Cristina, en espera del ingreso con sus pocas pertenencias a uno de los patios y fue recomendada por la subdirectora Elizabeth Montero y el comandante de vigilancia Jaider Ospino,a que lo recluyeran al patio 10 en vista que podía ser presa fácil para algunos reclusos ubicados en los otros patios.

El patio 10 es el lugar donde llegan aquellas personas de la tercera edad y abogados en espera de audiencias. Luego de la decisión sobre el nuevo lugar, Cristina se separa de sus supuestos compinches de la banda.

La llegada al patio 10

Por la condición sexual de Cristina, ella podía ser objeto de insultos y discriminación, para nadie es un secreto que en la costa existe un notable color machista y más hacia las personas de la comunidad gay, pero en esta ocasión un gesto amable marcó la diferencia, Cristina comentó que en el patio la recibieron con mucho cariño y la presentaron con el representante del lugar que es elegido por los mismos reclusos y aprobado por las directivas del Inpec.

La noche llegó y era la hora de dormir, en uno de los pasillos del pabellón de hombres, la esperaba un espacio disponible para dormir. Los 130 hombres del patio 10, cerraron sus ojos.

El día a día

A las 5:00 a.m. guardias empiezan a despertar a los reos para que levanten las colchonetas, los que tienen ese privilegio, y se alisten para ir a los baños.Otro hecho excepcional ocurrió ese día, pues le dieron a Cristina la exención de utilizar un baño privado gracias a la intervención del representante del patio. A las 6:30 a.m, se dirigen a los comedores para hacer la fila y recibir el desayuno, algunas veces era un café con leche, arepa y huevo; a las 8:00 a.m., el pabellonero los encerraba en el patio. Durante la mañana, de lunes a viernes, algunos reclusos de manera voluntaria son profesores de la Escuela de Formación Ambiental (EFA), que hace parte de un proyecto de resocialización del Inpec, en este programa incluyen actividades como artesanías, horticultura y aquellos que quieren redimir su estancia en la cárcel, esta es una buena oportunidad pues cada día que asisten a cualquier actividad, le restan 8 horas como buena conducta, es decir, que si cumplen durante los cinco días de la semana, serían casi dos días menos su estadía en ese lugar. Los que no escogen ninguna actividad, optan por deambular por los alrededores del patio, ir a su celda a dormir o simplemente no hacer nada.

Llega la hora del almuerzo tipo 11:30 a.m, algunas veces el menú era sopa con arroz y carne guisada. Seguido del almuerzo, como horario de oficina, hasta las dos de la tarde, se iniciaban las actividades. Cristina se inscribe en el curso de artesanías, oportunidad que le agradece al Inpec porque con los conocimientos que adquirió, ella misma creaba bordados y cojines los cuales se las daba a su mamá para que las vendiera, con eso lograba ganarse algunos pesos para cubrir cualquier gasto adicional. A partir de las 5:30 p.m. luego de cenar, los guardias empiezan a hacer el conteo de los internos para ingresarlos nuevamente a sus celdas.

Cada viernes era el día de sanidad, en el que revisaban a los internos con ayuda de Médicos, Psicólogos, Odontólogos y Enfermeras. En una de esas visitas, ordenada por la Comandancia de Vigilancia del Inpec, Cristina tuvo la oportunidad de conocer al Psicólogo Byron Botto, encargado de un proyecto basado en la sensibilización por parte de la guardia, de enseñar a través de charlas sobre los parámetros del trato para cada persona que pertenece a la comunidad LGBTI, del mismo modo, esta enseñanza también va dirigida hacia los internos, el cual le llaman Enfoque Diferencial.

Cristina, próxima a finalizar su estancia en la cárcel, debido a su vencimiento de términos, comienza otro rumbo en su destino, el que le permitió pasar la página y empezar otra, todo por haber vivido una condena y que Botto haya llegado a su camino, pues con él hoy en día trabaja de la mano con la alcaldía distrital, en que coordina proyectos sociales, eventos con el Ministerio del Interior, proyectos de sensibilización en los barrios, dando su testimonio de vida. Al mismo tiempo se encuentra próxima a abrir una fundación de la mano con el psicólogo Botto, que trabajará temas de inclusión social de la población LGTBI, trabajos con la niñez y madres cabeza de hogar. Cristina con agradecimiento a los proyectos realizadasos por el Inpec, hoy en día tuvo su resocialización con el mundo exterior. Por lo anterior, 14 meses después, Dios puedo darle la respuesta, que sí tuvo un propósito.


Por: Anayancy Vidal H.


Redacción EL INFORMADOR


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