Venta de tinto, el negocio tras la migración venezolana

Isomaris Gil llega varias veces al día a una cafetería en la calle de la Cárcel (14) a recargar sus termos con tinto.

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Para algunos la llegada masiva de ciudadanos del vecino país no representa un problema social, sino más bien una oportunidad de negocio, este es el caso de las cafeterías que le proporcionan la materia prima a las llamadas “tinteras”.

Por: Daniela A. García G.
Redacción EL INFORMADOR
Fotos: César Barrera

Desde hace unos cuantos meses el centro de Santa Marta despierta con una inusual presencia femenina que adorna sus estrechas calles. “Tinto, tinto”, repiten estas mujeres con acento extranjero. Sus figuras deambulan por la parte vieja de la llamada ‘Perla de América’ incluso desde antes de asomarse el alba.

Se trata de las llamadas ‘tinteras’, féminas quienes encuentran en la venta de café una forma de subsistencia en la capital del Magdalena, luego de haber salido huyéndole a la crisis económica y social de su país: Venezuela.

Cada vez son más las mujeres que se observan recorrer las calles del Centro Histórico, del Mercado Público y sus alrededores, portando termos plateados cargados de la bebida caliente.

El auge que estas inmigrantes le han dado a la  venta de la cafeína líquida se ha convertido en una oportunidad de negocio para muchos en Santa Marta.

Retrato de las `tinteras’

Mariela Robles, de 49 años, tiene un mes en la ciudad. Tras tocar cientos de puertas se sintió derrotada al no poder conseguir un empleo. Fue allí cuando optó por la alternativa de la mayoría de sus coterráneas: vender tinto.

La madre de tres hijos sale diariamente a las 4:00 de la mañana para arrendar por tres mil pesos un termo de café, por el que tiene que dejar su cédula como garantía de retorno.

Robles, a quien el cansancio se le ve en el rostro, ese que tiene tostado por la inclemencia del sol, camina un promedio de 10 horas diarias por las calles de la capital del Magdalena en busca de clientes habidos de cafeína.

De cada termo saca de 30 a 35 vasos, los cuales ofrece en 300 o 500 pesos, según el tamaño. La venta total del líquido le deja unos nueve mil pesos, de los cuales tres son para pagar el arriendo del envase y seis mil para ella. La mujer debe expender cada día al menos 70 cafés para pagar sus gastos básicos.

La madre de familia es oriunda de Falcón, un estado en el noroccidente de Venezuela que en otrora fuera uno de los más ricos gracias a la refinación de petróleo.

La ganancia por la venta de tinto apenas le alcanza para la residencia, ubicada en la calle de la Cruz (12) con la del Río (carrera segunda), donde paga 17 mil pesos diarios. El poco excedente lo destina para enviarle dinero a sus hijos en Venezuela. Pero para que haya un extra, son muchos los sacrificios, entre ellos comer solo una vez al día –en el comedor San Juan de Dios- y abstenerse de beber agua.

“Mi situación es difícil, pero no pienso devolverme a Venezuela. Aquí por lo menos como una vez al día, allá el salario de un mes no me alcanzaba para comprar un cartón de huevos”, cuenta la mujer con lágrimas en los ojos.

Similar es la historia de Isomaris Gil, una joven de 25 años quien tiene dos meses viviendo en Santa Marta, proveniente de Zulia, un estado que solía estar entre los más ricos de Venezuela gracias a la industria petrolera.

La joven comenta con pesar que abandonó su país y dejó atrás su carrera de medicina porque en casa ya no tenía qué comer. Ahora encuentra su sustento y el de su hija de cuatro años vendiendo tintos en el centro.

Cada día Gil expende al menos seis termos de la bebida caliente. Ella posee sus propios envases, por lo que paga únicamente dos mil 200 pesos por la recarga del líquido oscuro. Estima que diariamente se lleva a su casa entre 30 y 35 mil pesos.

Trabaja desde las 6:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde. Se pasea por la calle de la Cárcel (14), el parque de Bolívar, la Bahía y la calle 23. Confiesa que se abstiene de pasar por el Mercado Publico, pues ahí los hombres generalmente buscan algo más que una bebida.

Gil reconoce que hay ‘tinteras’ de pura fachada, es decir, mujeres que cargan con un termo, pero que no ofrecen necesariamente café.

“Las que andan con un solo termo, shorts y blusas escotadas, están en otra cosa (…) Yo he tenido roces con muchos hombres, porque creen que yo también ofrezco más que café. Me preguntan si yo vendo tinto de 300 o de 30 mil pesos. La verdad muchas veces me he sentido mal por eso”, dice la joven con tristeza.

Oportunidad de negocio

La presencia de ‘tinteras’ no es lo único que ha proliferado en las calles de Santa Marta, también lo han hecho las cafeterías, ahora llamadas ‘puntos de recarga’.

A los lugares tradicionales ubicados en la calle del Pozo (18) con carrera ocho y el parque San Miguel, se han sumado nuevos establecimientos en la calle 14 y el Mercado Público.

María Rodríguez, dueña de una cafetería ubicada en la calle de la Cárcel (14) entre carreras seis y siete, se sumó al negocio hace un año, luego de ver el auge de la venta de tinto.

En su local le suministra los termos con café a decenas de venezolanas –prefiere no aclarar la cifra-, quienes dejan sus cédulas como garantías de devolución. Aún así, solo a conocidas y recomendadas les presta el servicio.

“Este negocio se ha movido desde que empezaron a llegar venezolanos, quienes en su mayoría viven de esto, porque no encuentran otro tipo de trabajo”, cuenta la mujer, quien no es la única de su familia en el gremio.

Las vendedoras de la bebida caliente llegan varias veces al día a recargar sus termos, los cuales se encuentran marcados con el nombre de la cafetería. Y es que en el sector hay códigos: Solo se surten los envases en el mismo sitio de donde salieron.

Esta dinámica comercial demuestra que no para todos la llegada masiva de venezolanos es un problema social, algunos supieron buscarle la oportunidad de negocio.  

Mi situación es difícil, pero no pienso devolverme a Venezuela. Aquí por lo menos como una vez al día, allá el salario de un mes no me alcanzaba para comprar un cartón de huevos”,  Mariela Robles, ‘tintera’ venezolana.

El negocio del tinto proliferó con la migración venezolana.
Vendedoras de tinto abundan en el Centro Histórico y el Mercado Público.
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