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FALTAN:

Nereo, cazador de imágenes

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‘‘El 25 de agosto de 2015, falleció Nereo López, nuestro célebre fotógrafo, en el cuarto 1065 del centro de rehabilitación Isabella del alto Manhattan de Nueva York, a las 7:58 de la mañana. Su hija Liza López había aterrizado un par de horas antes desde Bogotá presintiendo su inminente partida. Ella estuvo a su lado hasta que exhaló su último suspiro. Se fue nuestro amigo, el destacado artista de la fotografía, seis días antes de cumplir 95 años’’, así escribió Eduardo Márceles una semblanza del cazador de imágenes.

 

 Nereo nació en el legendario barrio de Getsemaní en Cartagena, y desde muy joven encontró en la fotografía su pasión y su destino. Así como hay cronistas que escriben sobre el encadenamiento de sucesos que tejen la historia de un país, hay también aquellos que la cuentan en imágenes. Si recordamos el socorrido proverbio chino de que "una imagen vale más que mil palabras", tendríamos que reconocer el valioso patrimonio que significa para Colombia el testimonio visual de un fotógrafo que, como Nereo López, documentó durante más de 70 años la vida, las pasiones, la alegría y las zozobras de nuestra tierra. Nació el 1º de septiembre de 1920, pero quedó huérfano a temprana edad, tuvo una infancia difícil y una adolescencia en precarias condiciones económicas.

   Por una carambola del destino, la carrera de administrador de cines que había alcanzado en su edad primaveral dio paso a una vocación escondida que afloró cuando supo que su destino estaba detrás de la cámara fotográfica. Se matriculó en una escuela por correspondencia de Nueva York y se dedicó a escudriñar los secretos de su interés por las imágenes.

Nereo López decía que era un blanco con alma de negro: Gustavo Tatis Guerra

El escritor, poeta y pintor Gustavo Tatis Guerra relata que: ‘‘Al recibir el libro Saber ver, que acaba de aparecer, a pocos días de cumplir sus 95 años, en una edición impecable y bella, Nereo se ha adelantado al designio, al confesar que después de esto podía morir tranquilo. Y así ha ocurrido, según su hija Liza López. Ha muerto sereno en Nueva York, este martes 25 de agosto, como quien va a hacer una siesta.   Su voluntad expresada a Liza es que cremen su cuerpo y dispersen sus cenizas al mar. Nada de ceremonias. Tuvo tiempo de volver a Barranquilla en febrero de este año, a presentar su libro de fotografía sobre el Carnaval de Barranquilla y de comerse un sancocho.

Así lo recordó, al enterarse de la noticia de su partida, Jaime Abello Banfi, quien considera que el legado de Nereo, además de la memoria visual y artística de  más de setenta años de historia de la región Caribe y el país, es que fue un fotógrafo que se metió en el pueblo a captar momentos de fiesta y duelo, cruzó el río Magdalena y contó todo lo que vio a bordo del vapor David Arango, hizo las fotos de una generación de escritores y artistas y no se le escapó nadie: Gabriel García Márquez cuando era un  muchacho reportero de El Universal y de El Heraldo, Rafael Escalona escuchando tararear una canción suya en los labios de Gabo, Álvaro Cepeda Samudio en una de sus excentricidades en La Cueva: Alejandro Obregón pintándole la cara a Álvaro, Cecilia Porras, la única mujer que entraba por la puerta principal de aquel bar de cazadores y pescadores que era La Cueva de Eduardo Vilá; Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, Ramón Vinyes, Álvaro y Gabo, cuando aún no se habían convertido en los cuatro míticos personajes de las últimas ochenta páginas de Cien Años de soledad. Nereo fue el fotógrafo elegido del 10 de diciembre de 1982, cuando le entregaron el Nobel de Literatura a García Márquez. Lo captó en distintos instantes: recibiendo el premio y bailando cumbia con Totó la Momposina. Tenía treinta años de no verlo cuando por la ventana de la casa de María del Socorro vi pasar al mismo Gabo que iba con los dos Abellos (Jaime y Alberto), y salí corriendo a llamarlo.

Gabo quedó en vilo en la mitad de la calle. "Hay una sorpresa, maestro", le dije. Y la sorpresa era Nereo López. Se abrazaron en silencio. Y Gabo le propuso que hiciera  un libro sobre el río Magdalena y tomara su columna El río de nuestra vida. "Están ustedes de testigo". Nereo no lo hizo.

Pero sacó adelante varios de sus múltiples proyectos fotográficos, además del que acaba de salir, bien podrían publicarse cinco libros más  tematizados sobre personajes, pueblos y fiestas, y sus fotos de la última década, que ya incorporaban su aprendizaje de las nuevas tecnologías.

 Su alegría de vivir y su sentido del humor, serán también uno de sus legados. Su fascinación por la belleza y su curiosidad ante el mundo’’.





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