Lo que se pregona bueno es bueno y no requiere de protección

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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"Ladran Sancho; señal de que cabalgamos."

El Quijote

Entro lo absurdo y el desconcierto transcurre la situación política en el país, por cuenta de que el ex capataz del ubérrimo no quiere aceptar, o al menos eso parece, que ya él no es el presidente y que las riendas de esta potranca cerrera llamada Colombia pende de la mano de una persona que,

muy a pesar de ser elegido con su apoyo y cooptación, ha demostrado querer zafarse de su yugo dictatorial y mandoncito y quien sólo quiere demostrar, como en efecto lo está haciendo, que hay formas democráticas y pluralistas de gobernar, sin que para ello sea imperativo arrasar los más elementales postulados de la administración pública.

Un precepto bíblico recrea en la historia el pasaje aquel de que las cosas cuando son buenas se defienden solas y por sí solas, sin tener que andar como un cancerbero y perro guardián detrás de los demás para que conserven su bondad, habida cuenta que el sol brilla de manera fúlgida sin que para ello sea menester estar cambiándole las pilas, pues, de lo contrario, no pasaría de ser un eufemismo que se quiere imponer, aún a costa de observar lo diametralmente opuesto, pero, como en un país de ciegos, el tuerto es rey.

El cotarro político se encuentra alborotado en los últimos días por cuenta de que regresó al país el que muchos de sus áulicos denominan el redentor, -el gamonal de los Montes de María-, y este ha pregonado, a través de sus ventrílocuos -y por sí mismo-, que viene a participar activamente en la política de la cocina y preparará a sus alfiles con los cuales enfrentará la defensa de su obra cumbre, la "seguridad democrática", un entuerto que no resiste mucho análisis por cuanto se viene desmoronando paulatinamente y él no acepta que esto ocurra porque sería como quedar en evidencia de que durante ocho largos y absurdos años regentó una mentira basada en su visión de sátrapa de la democracia y ahora pretende defender y vigilar su obra, para que no sea despedazada de manera inmisericorde por paladines de a democracia, como es la intención del actual gobierno, cuando pregona que el país requiere con urgencia posiciones de avanzada social y despercudirse así de esas falaces posiciones que son propias de los reyezuelos del Caribe.

El país, -el serio y decente, claro está-, sigue sin entender cuáles serán las razones que mueven a que un ex presidente de la República, a poco menos de cien días de haber entregado el poder, se revuelque en su condición y pregona a los cuatro vientos que viene a defender su obra y lo hace de manera rabiosa y pendenciera a través sus genuflexos banderilleros, -Juan Lozano, Andrés Felipe Arias, Armando Benedetti o José Obdulio Gaviria, y manda mensajes encriptados que solamente conducen a pensar que lo que realmente quiere es blindar su obra de gobierno para que no salgan a la luz púbica todas esas sandeces administrativas que han ido quedando en evidencia y sobre las cuales se requiere hacer las del gato y echarle tierra para que nadie se dé cuenta, lo que parece absurdo porque el brillo de su nefasta consecuencias está a la vuelta de la esquina.

No se entiende cómo un ex gobernante desciende del Olimpo de los dioses en donde lo pusieron sus cortesanas y viene dizque a promoverse como un "Ayudante de la democracia" y en esa posición termina por lacerarse políticamente en el entendido de que más bien parece un cacique de pueblo en busca de sus votos y no en un estadista que propenda por alcanzar mayores y más altruistas logros; en fin, aquí lo absurdo no es lo que piensa y hace el gamonal de los Montes de María, sino la ridiculez a la que se somete, porque el país ya no le come cuento y no pasa de verlo como un marido celoso que de forma ridícula quiere seguir amancebado con su ex amada, porque siente nostalgia de poder y anhela seguir mandando entre las cobijas. Ridícula y de quinta, -como su gobierno sátrapa-, la posición de quien algún día se creyó el cuento ese de que era el mesías y redimiría a esta patria. Pasaron ocho años y nada. Qué más querrá. Amanecerá y veremos.



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