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“A las cosas” (I)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


Las palabras introductorias de esta columna las utilizó don José Ortega y Gasset para inducir a los españoles hacia el estudio de los asuntos importantes del país.
El ilustre humanista, periodista, político y filósofo impulsador de la corriente “perspectivista”, se preocupaba, a mediados del Siglo XX, porque en su Patria, asediada por múltiples y complejas dificultades sus coterráneos no percibían la magnitud de los problemas y andaban enredados en una telaraña de rencillas internas, trabados en controversias bizantinas, mientras se agudizaba la crisis institucional, política y económica en la sociedad española. Persuadido estaba el erudito hispano de que la dirigencia de su nación padecía de ceguera severa que los obnubilaba y les impedía ver la realidad circundante. Esa convicción indujo al prolífico autor a enviar su mensaje: “españoles, a las cosas”. Es decir, a reflexionar, a elucubrar sesudamente y enfrentar los problemas que aquejaban a España y a buscar la forma de sacarla del trance que la afligía. Después de este proemio, permítanme, amables lectores, parodiar al insigne Ortega y decir: colombianos, “A las cosas”.

Con responsabilidad y sentimiento patriótico apliquémonos a la labor de identificar los males que ensombrecen el destino nacional, que son muchos y graves y demandan solución prioritaria y urgente si no queremos que Colombia se convierta en un país fallido y antes de que surja la Rebelión de las masas, a la que aludía Ortega. Hacer relación completa de los problemas no es fácil, por la multiplicidad de ellos, pero resaltar algunos si es sencillo, por lo protuberantes que son. En esta y en sucesivas columnas aludiremos a ellos, empezando por: La corrupción.

El mayor de todos. Vector omnicomprensivo que sigilosamente invade el cuerpo social pervirtiéndolo inexorablemente. ¿Qué se hace para combatirlo? Alarde, bulla, alharaca. Anuncios de estrategias para erradicarlo. Conformación de comisiones interinstitucionales para tal fin y, finalmente, fuego fatuo, relumbrón fugaz, ruido de fronda. La corrupción sigue campeando, los corruptos orondos y fortalecidos con los dineros hurtados al erario. “Morlacos” que utilizan de peldaños de la escalera por donde ascienden a más encumbradas posiciones. Este fenómeno se grafica con la dicción popular “caerse para arriba”. A la conciencia ciudadana le repugna la corrupción, pero “…obras son amores y no buenas razones” predicó san Alberto Magno.

Se vitupera la corrupción, mas esta no es atacada eficazmente. Los entes encargados de enfrentarla demuestran ineficacia palmaria. Hay tantas ías y poco se le atraviesan a los monipodios en la ruta del saqueo al tesoro estatal. ¿Por qué son inoperantes? Pregunta pertinente, que obliga a indagar sobre la causa de la ostensible falla: Si está en el esquema normativo o en el talento humano o en ambos. Tal vez no hay lugar a la dicotomía y la respuesta la hallamos en esta última hipótesis, binaria. ¿Qué hacer entonces? Remover los factores que perturban. ¿Cómo? Despolitizando la elección de las cabezas de los órganos de control: fiscal, disciplinario y de la Fiscalía General de la Nación, para que lleguen a esos cargos connotados ciudadanos dotados de plena independencia a cumplir rigurosamente la delicadísima función pública que se les encomienda.

Misión que les impone el deber de salvaguardar el dinero oficial, vigilar el correcto funcionamiento de la administración pública, y de investigar las conductas punibles con arreglo a los preceptos constitucionales, al imperio de la ley y conforme a los principios universales del Derecho. Oficio que los titulares de los despachos no pueden realizar a plenitud porque llegan atados a compromisos derivados de componendas politiqueras de las que no puede aflorar nada distinto del trueque de votos electorales por puestos, contratos y prebendas desgajados de las desguarnecidas arcas estatales. En próxima columna continuaremos con: “A las cosas”, si Dios lo permite.


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