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La religión si se practica puede ayudar a la sociedad

Columnas de Opinión
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Estudios científicos han demostrado que la compasión que un ser humano le ofrece a sus semejantes llega a favorecer admirablemente sus estados mentales, ayudándole a mantener una salud extraordinaria.

Según la medicina moderna la tranquilidad mental y el bienestar físico son dos aspectos que están conectados entre sí.

Es evidente que la convulsión mental y las emociones negativas originadas por la ira, la envidia, la mentira, el orgullo, etc., nos hacen víctimas frágiles para la enfermedad.

A la inversa, si la mente está tranquila y ocupada por pensamientos loables, el cuerpo no se enfermará fácilmente. Esto muestra que el cuerpo físico responde a la inclinación compasiva y a la paz espiritual humana.

En frase sincera podemos definir la caridad como pensamientos y sentimientos místicos donde se anidan los valores del espíritu eterno. En algunas tradiciones como la budista, el cristianismo, el shintoismo, la gnóstica… la compasión y el amor se consideran como dos aspectos de una misma cuestión; pues la compasión es el anhelo que se tiene para que otro ser se emancipe del sufrimiento; y el amor es querer su felicidad.

La auténtica compasión no es una simple reacción de un emocionalismo perecedero, sino que es un invariable amor consciente basado en una comprensión transformadora. Y esa maciza plataforma hace que la virtud compasiva hacia los demás no pase de un extremo a otro aún cuando nuestros semejantes conductivamente se comporten de manera equivocada.

La real compasión no existe en función de nuestras proyecciones e intereses mentales egoístas y mezquinos, sino de las necesidades vitales de la otra persona sin importar que sea un amigo íntimo o un enemigo acérrimo, en tanto esa persona quiera la paz, la felicidad y aspire vencer el sufrimiento, nosotros desplegaremos un verdadero servicio por ayudarle a que no sufra más.

Quien quiera erradicar de raíz el aleatorio poder demoledor de las emociones negativas necesita caer en cuenta que su raíz se encuentra en una naturaleza extraña psíquica que sólo tiene en cuenta nuestro propio bienestar y beneficio, permaneciendo de espaldas al bienestar del prójimo.

Esa actitud egocéntrica subyace en nuestra psiquis y se da cuando se activa el conjunto de nuestros estados psicológicos equivocados.

En verdad se trata de una actitud falaz que conlleva una percepción errada del entorno donde estamos existiendo; y esa apreciación equivocada es la responsable de toda la angustia y la insatisfacción que vivimos cotidianamente.

Al igual que los mejores científicos, si tras una investigación descubrimos que ciertos estados mentales son nocivos porque nos originan pesadumbres y dificultades, deberíamos buscar la forma de aniquilarlos.

Este es, sin duda alguna, un propósito honestamente excelente. A decir verdad, se trata de la mayor ocupación de los místicos practicantes.

Las enseñanzas religiosas conocen el modo científico de eliminar el sufrimiento para obtener el estado más elevado de la felicidad.

Esta felicidad que no es una sucesión de sensaciones placenteras, es la liberación completa del sufrimiento y del engaño lo cual produce un nivel de conciencia espiritual, que nos prepara a vivir como verdaderos seres humanos, libres de ira, de odio, de violencia… Seres humanos así, llenos de compasión, de amor, de caridad, formarían una sociedad de seres superiores, emancipados de guerras, animadversión, explotación del hombre por el hombre…; crearían una auténtica sociedad humana…

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