“Los tiempos de Dios son perfectos; me siento confiado con mi nombramiento como Vicario Parroquial”, padre Alexander Amariles

El sacerdote Vicentino Alexander Amariles fue muy querido por los feligreses; deja un legado de amor hacia los pobres, compromiso con la fe y devoción a san José.

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El párroco Alexander Amariles, Misionero Vicentino, se destaca por su labor social hacia los más necesitados en la parroquia San José y por la conducción de la Familia Josefina.

Por: Lisbeth Aconcha
Periodista EL INFORMADOR 

Luego de cuatro años de servicio en la parroquia San José, el padre Alexander Amariles, fue nombrado Vicario Parroquial en Marsella (Risaralda) hacia donde partió ayer; en su reemplazó llegará el padre Genry Cristóbal quien continuará como nuevo Párroco.

Tiene 37 años de edad y es oriundo de la Perla del Otún. Hijo de Ernesto Amariles (qepd) y Omaira Cano, conoció la ciudad de Santa Marta en una excursión de bachillerato “ de esas que hacen los cachacos para conocer y disfrutar del mar”. 


Párroco Alexander Amarilis.

“La experiencia que viví como joven recién graduado del colegio se concretó años después, enseñándome una vez más que el tiempo de Dios es perfecto y que cuando se sueña desde la Voluntad de Dios, él nos pone allí donde el corazón un día soñó. Siempre me ha gustado viajar, interactuar con diversas culturas, aprender y aportar. Me he caracterizado por mi amor al servicio; cuando se crece en un hogar cristiano y de sencillez, se adquiere el deseo, el gusto por servir y posteriormente lo concretaría en el servicio a Dios, que sin lugar a duda es lo mejor que me ha sucedido”, dijo el padre Alexander. 


Así se ve la obra principal, la remodelación del presbiterio guiada por el párroco Alexander.

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Amariles inició su proceso como sacerdote en el año 2007.  Asegura que Dios en su infinita misericordia, llama a los feligreses en diversas vocaciones o estados de la vida. “Él vio mi humanidad, debilidad y pecado para llamarme a ser sacerdote, un proyecto de mucho discernimiento que inició junto a mis estudios de filosofía. Toda vocación tiene distintos detalles particulares que construyen el por qué, desde hace seis años, soy ministro de Dios”. 


El padre Alexander estuvo dispuesto a escuchar a los abuelos que acudían a él.

Su vocación por el servicio lo ha llevado a seguir regalando sonrisas y ofreciendo actividades a las familias pobres de la ciudad;  esta labor le aportó al padre Alexander muchas enseñanzas y también en el campo de la fe: pudo conocer personas maravillosas que lo ayudaron a afianzar su vida profesional, agradeciendo siempre a la Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Unad, la Institución que lo acogió y lo guio en su carrera como psicólogo; a la fundación Gloria La Torre,  y al equipo de la Clínica Mar Caribe que le facilitaron los caminos para adquirir experiencia y recibir su título universitario como Psicólogo.


Los pobres reciben mercado mensual en la parroquia San José, como un acto de bondad y amor hacia los mismos.

La administración parroquial fue un desafío que tuvo que enfrentar y gracias a su voluntad, las bendiciones de Dios y San José, pudo realizar grandes obras de remodelación, acondicionamiento y mantenimiento de la estructura de la casa cural y del templo parroquial. La confianza de tantas personas se manifestó con cada obra.  La oficina del despacho siempre pasaba con la agenda copada, entre dirección espiritual y atención psico-espiritual; niños, jóvenes, adultos, parejas, que siempre encontraron un espacio de escucha y orientación, bajo la gracia de Dios como sacerdote y los conocimientos profesionales. Aportó a la evangelización con un equipo humano, una pastoral de puertas abiertas, en la que todos son bienvenidos y tienen un lugar especial. Conformó y afianzó los grupos parroquiales que hacen diferentes tareas con proyección social y espiritual.


La bendición de Dios y San José siempre acompañan a los feligreses.

“Al lugar que voy procuro sentirme más dentro de la cultura. Me siento samario, quiero la ciudad, me duelen los pobres de la periferia; mi uniforme de psicólogo me permitió ser un cura camuflado para conocer de cerca el dolor de los niños de cáncer, de las familias pobres, vulnerables y olvidadas del gobierno departamental. No tuve miedo de ir a los barrios con fronteras, porque mi guía era el Buen Pastor; me dejó las mejores experiencias en mi naciente ministerio sacerdotal”, aseguró. 


Los feligreses acudían a los servicios y actividades que se realizaban para seguir alabando a San José.

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El padre Alexander Amariles, emprende un nuevo camino en el que enfrentará nuevos retos: ser obediente y colaborador del párroco a donde llegará.  Le pide a San José que le enseñe como se vive siendo número dos. 

Hoy deja un hermoso legado de devoción hacia el Glorioso Patriarca San José, que se lleva en su corazón y que, que para él es lo más grande que se puede llevar: estar en los brazos del Santo del Silencio y recibir sus Lirios Perfumados.