Tercer Día de la Novena a Nuestra Señora de La Candelaria

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La advocación mariana de la Virgen de la Candelaria o Nuestra Señora de la Candelaria tuvo su origen en Tenerife (España). Según la tradición, la Virgen se apareció en 1392 a dos aborígenes “guanches” que pastoreaban su rebaño.

Acto de contrición

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, árbitro de la vida y de la Y muerte, en cuyas manos está la suerte de todas las criaturas, nosotros, indignísimos pecadores, postrados a tus santísimos pies, confesamos humildemente que no merecemos comparecer en tu presencia, y que tú mereces ser servido de todos los hombres. Tú, Señor, que quisiste ser conducido al templo en los brazos de tu purísima Madre, y por manos del sacerdote Simeón quisiste ser ofrecido a tu Eterno Padre en sacrificio por nuestros pecados, dígnate concedernos verdadera contrición de ellos y propósito de enmendarnos y apartarnos de las ocasiones de pecar. Conviértenos, Señor, y seremos convertidos; sánanos y quedaremos sanos; sálvanos y seremos salvos; sea nuestra miseria el objeto de tu misericordia. Desde el abismo de nuestra malicia, invocamos el abismo de tu bondad, y por ésta esperamos salvarnos eternamente. – Amén.

Oración para todos los días

Gloriosísima Virgen María de la que en tu preciosímo Hijo nos traes la luz indeficiente que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, y que en el día de tu Purificación, acompañada de tu castísimo Esposo, El Patriarca señor San José, de justo Simeón y de Ana la profetisa, rodeaste el templo del Señor con candelas en las manos y entre innumerables ejércitos de ángeles formaste la devotísima procesión que sirvió de modelo a la que ahora celebra nuestra Santa Madre Iglesia, y que en las candelas benditas nos das una general defensa contra los peligros de la vida y un seguro asilo contra los enemigos en la hora de la muerte, por tu virginal pureza, y por la dignidad inefable de Madre de Dios, favorécenos en los peligros de la vida, líbranos del contagio del pecado, prepáranos con tu mano poderosa para la hora de la muerte con vivísima contrición de nuestras culpas. Haz que recibamos dignamente los Santos Sacramentos, para que purificados con la sangre del Cordero inmaculado, con una antorcha bendita en las manos, salgamos al encuentro del esposo de nuestras almas, con ternura de corazón le entonemos devotos el cántico de Simeón le digamos:

Ahora, Señor, en paz queda tu siervo, pues ya me cumpliste tu palabra; Ya mis ojos han visto con delicia al dulce Salvador que nos preparas; Al redentor que envías para ser la luz del mundo, pues que a todo el mundo salva; Que será la antorcha de todas las naciones y de Israel la gloria soberana. Amén.

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Tercer día

¡Oh Virgen de las Vírgenes! ¡Oh maestra de pureza! ¡Oh Madre del casto amor! Tú fuiste la primera en ofrecer a Dios con un solemne voto tu incomparable virginidad, y en el día de tu Purificación apareciste en el templo como una de las demás mujeres, y siendo más pura e inmaculada que las estrellas del firmamento y que los espíritus celestiales, te sujetaste a la ley de la Purificación. Nosotros vemos con el más tierno gozo mil escuadrones de vírgenes que instruidas por tí dan envidia a los mismos ángeles del paraíso, viviendo como ángeles en la tierra. Nosotros conocemos que somos indignos de ser discípulos tuyos. Dános tantas lágrimas que basten para lavar las manchas de nuestra vida pasada, y tanta gracia, que escojamos morir primero que volver a mancharnos. Fija tus ojos castísimos en estos miserables pecadores; cámbianos en otros de los que somos; haz que te sigamos en la vida, y te acompañemos en la gloria. – Amén.

Oración final

Omnipotente y eterno Dios, suplicamos humildemente a vuestra Majestad, que así como vuestro Unigénito Hijo fue presentado en el día de hoy en el templo, revestido de nuestra carne, así seamos presentados a Vos purificadas nuestras almas. Por Jesucristo Nuestro Señor. – Amén.