El algodón de azúcar, dulce recuerdo de la infancia

Para los niños esta popular golosina resulta fascinante para jugar mientras la comen.

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En 1900 se dio a conocer al público el producto de este genial invento, en la Feria Mundial de Francia, con el nombre de Fairy Floss (en español, seda de hadas).

Hoy 7 de diciembre se festeja en todo el mundo una fecha muy particular, el Día Mundial del Algodón de Azúcar, un dulce preferido por grandes y chicos que hace recordar mayormente a nuestra infancia cuando nos ofrecían a este en las ferias, parques y plazas.

Su origen

Esta golosina tan conocida tuvo su origen en Italia, en el siglo XV, cuando los reposteros de esa época calentaban el azúcar hasta formar un caramelo líquido, creando finos hilos de azúcar para la decoración en pasteles.

Posteriormente, en el siglo XIX, concretamente en 1897, los estadounidenses William Morrison, un dentista, y John C. Wharton, un pastelero, ambos amigos y socios, solicitaron registrar una patente para una máquina y se aventuraron a presentar su creación en la Exposición Universal de París del 7 de diciembre de 1900. En la actualidad, ese día es en el que se celebra el Día Mundial del Algodón de Azúcar, en honor a sus creadores.

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En 1949 la empresa Gold Medal Products creó un modelo de máquina de algodón de azúcar con piezas metálicas más resistentes, consolidando esta golosina entre los consumidores a un bajo precio.

¿Cómo se hace?
El punto de partida del algodón de azúcar es el azúcar sólido, el cual se vierte en una pequeña tolva con un calentador eléctrico. Rodeando la entrada de la misma, hay un aro con pequeños agujeros, y alrededor de este hay un gran recipiente de metal parecido a una sartén de gran tamaño.


El punto de partida del algodón de azúcar es el azúcar sólido, el cual se vierte en una pequeña tolva con un calentador eléctrico.

A medida que el calor derrite el azúcar y lo hace líquido, un motor pone en marcha todo el sistema de hilado.

El dato:
El algodón de azúcar no tiene olor, a pesar de que las máquinas en las que se elabora se caracterizan por un fuerte olor a caramelo.


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El azúcar líquido es arrojado por la fuerza del giro a través de los diminutos agujeros hacia el otro lado, como un manojo de trapos casi invisible. Mientras la masa de azúcar comienza a derretirse, separándose en piezas muy pequeñas, deja un área de superficie mucho mayor que antes, gran parte de la misma expuesta al aire frío, y pasa de líquido a sólido en un instante.

La ‘nube’ de azúcar resultante se recoge del interior de la enorme sartén y se puede utilizar un cono de papel para levantarlo y crear esa forma que nos resulta tan familiar.