Novena a Nuestra Señora de los Remedios

La catedral Basílica de Santa Marta, estará realizando la novena dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, a las 6:30 de la tarde.

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Con todo el amor os amo, oh Jesús mío, por ser quien eres bondad infinita. Me pesa haber pecado y propongo nunca más ofenderte, ayudado de tu gracia, que imploro confiadamente. Gracias te sean dadas eternamente por la misericordia con que tratas a los pecadores, dándoles una Madre tan buena, como la advocación de la Virgen de Los remedios.

Oración para todos los días
Dios te salve, Soberana Virgen de los Remedios, benignísima Madre de Dios, estrella resplandeciente del mar, luna hermosísima sin las menguantes de la culpa y escogida como el sol, para iluminar las almas y colmar de favores a la humanidad. Dios te salve, fidelísima María, Madre nuestra y remedio poderoso en nuestros males y quebrantos. Dios te salve, Virgen llena de gracia, pues siendo Madre de Jesús, Cordero Divino, lo apacentaste con cándido sabroso néctar, quedando siempre más pura y limpia que los más encumbrados serafines, Dios te salve, Señora: oye bondadosa nuestros ruegos y súplicas; míranos propicia, pues como amada advocación nuestra, queremos, en esta novena, tributarte el tierno y cordial obsequio de nuestro filial amor. Ruega por nosotros, Madre de los Remedios, para que sea¬mos dignos de alcanzar las pro¬mesas de Nuestro Señor Jesucris¬to. Amén.

Oración
Oh dulcísima Emperatriz de los Serafines, que como Madre del mismo Dios humanado, todas las criaturas del cielo y de la tierra te obedecen, siendo tu dignidad tan grande, que aquel Señor, a quien la inmensidad del cielo no puede contener, Tu lo contienes en vuestro purísimo seno, y todas las gracias nos alcan¬zas de su bondad infinita. Te rogamos, Madre Santísima, por estas vuestras prerrogativas soberanas, que nos ampares en la hora de nuestra muerte y en esta necesi¬dad en que te invocamos, nos alcances el remedio que solicitamos por tu dulcísimo Hijo Jesús, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Día sexto
La sexta expresión del Ave María es: BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESÚS. Oh María, el pliego de gracias que atesora tu corazón, reconoce por centro a Jesús, fruto bendito de tu purísimo vientre: Tú eres el cedro del Líbano, el ciprés del monte Sion, la paloma de Cádiz, la oliva santa y la escogida como el sol, porque has dado el fruto de la vida eterna.
Tu eres hermosísima aurora, llena siempre de divina luz, arca de salvación, libre del general naufragio del pecado; jardín cerrado, recreo del Señor; fuente sellada, que jamás enturbió el aliento del enemigo; Azucena cándida, pura y fragante, que escogió el altísimo para Sí; nube benéfica de celestial rocío, que fertilizó el campo de nuestras almas con la gracia, porque Tú, y solamente Tú, nos diste frutos de bendición, dándonos a Jesús, nuestro Salvador.
Oh, María, si la bondad del fruto da a conocer la naturaleza del árbol, ¿Cuáles serán tus perfecciones, pues nos diste un fruto tan celestial?
Te bendiga en todas las naciones y no permitas, madre amabilísima, que nosotros hacemos de repetir noche y día dos. Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Amén. (Pídase la gracia...)

Deprecaciones
Bendito sea siempre el Eterno Padre, que creó a María Santísima para Hija suya y le dio tanto Poder. Amén.
Bendito sea Siempre el Eterno Hijo, que creó a María Santísima para Madre suya y le dio tanta Sabiduría. Amén.
Bendito sea siempre el Eterno Espíritu Santo, que creó a María Santísima para Esposa suya y le dio tanto Amor. Amén.
Bendita sea siempre la Santísima Trinidad, que creó a María Santísima llena de todas las gracias. Amén.
Te bendigan, Señor, Trino y Uno, todas las criaturas, porque nos diste a María Santísima para, nuestro remedio. Amén.
Bendito sea el purísimo seno de la soberana Reina que trajo nueve meses al Hijo de Dios, humanado. Amén.
Benditos sean los castos, purísimos y virginales pechos que alimentaron al Cordero de Dios, Cristo Jesús. Amén.

Oración final
Oh Virgen de los Remedios, la más pura, la más bella, la más santa de todas las criaturas. Quién pudiera lograr que todos los hom¬bres te conozcan y amen como Tú mereces. A lo menos, yo me alegro al pensar en el gran número de justos que se sienten inflamados de tu amor, oh amable Reina. Yo te amo también; mas no te amo como debie¬ra, y quisiera tenerte un amor más tierno y generoso, pues amarte es señal de predestina¬ción. Deseo que me alcances la gracia de amar a Tu Divino Hijo, con todo el ardor de mi co¬razón, de consagrarme todo ente¬ro a su gloria y a la tuya. Oh María, amable Madre mía, no ceses de rogar por mí, hasta que me vea seguro de poseer y amar a Dios, junto contigo, por toda la eternidad.




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