Novena a Santa Ana

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Día sexto

“Ahora puedes dejar a tu sierva irse en paz…”

Meditemos hoy cómo a los pocos años de ofrecer nuestra Santa a María en el templo, acabó su peregrinación por esta vida; y tras haberle revelado Dios que su Hija estaba destinada a ser la Madre del Mesías prometido, dulcemente se durmió en el Señor, asistida por su bendita Hija. Enseña San Francisco de Sales que todos los justos mueren en el amor de Dios; pero los más aventajados en santidad, como Santa Ana, además mueren de amor de Dios. ¿Cómo podía ser de otra manera, siendo Santa Ana la Madre de la que se llama Madre del Divino Amor, habiéndola llevado nueve meses en su seno y siendo asistida ahora por su misma Hija? ¡Oh, qué muerte tan deseable! Santa Ana, a semejanza de Simeón, exclamaría: Ahora, Señor, puedes dejar a tu sierva irse en paz, porque mis ojos han visto a la que ha de ser Madre del Mesías, Madre bendita que me has dado por Hija por tu gran misericordia.

Se medita.

¡Oh amada Santa Ana! ¡Qué muerte tan envidiable, llena de amor divino y asistida por María! Haz que nosotros vivamos ahora como nos gustará haber vivido a la hora de nuestra muerte; que cuando llegue ese momento sintamos la dulce y poderosa protección tuya y de tu Hija María; y así nuestra muerte será también preciosa en la presencia de Dios. Amén

Se pide la gracia que se quiere alcanzar en la novena.





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