En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?".
Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: "Señor, ¿y qué será de este?".
Jesús le respondió: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme".
Reflexión: Si en esto consiste el ser «discípulo amado de Jesús», si nosotros lo pretendemos... nos queda enorme, y nos podemos desanimar. Quizá Pedro se sentía «pequeño» a su lado, y se preguntaba cómo debía tratarle, qué pintaría en la nueva Comunidad de Jesús. Pues... «¿a ti qué?». Tú preocúpate de seguirme, apacienta a mis ovejas... y no te compares con nadie, ni pretendas controlar a otros que me siguen y me aman. Hay muchos modos de seguir al Maestro, pero la función de Pedro no será controlarnos... sino cuidarlos.