Se acerca el comienzo del segundo semestre del año y desde ya las universidades y demás instituciones de estudios tecnológicos y técnicos, ofrecen un nutrido grupo de ofertas académicas para todos los gustos.
Santa Marta en los recientes años ha ampliado ese abanico de oportunidades para que los jóvenes recién egresados de las escuelas, accedan a la carrera que prefieran. El problema es que para algunos de aquellos aspirantes es aún confuso escoger lo que será el futuro profesional que los demarcaría por el resto de su vida.
No es una tarea fácil. Aquí juegan un papel fundamental factores como el talento, la vocación y la orientación que reciban desde casa hasta en las aulas.
Si bien hay colegios que poseen sus propios énfasis (contabilidad, agropecuaria, turismo, etc.) no todos los chicos optan por seguir el camino que los llevó a obtener el título de secundaria.
Es ahí donde el compromiso de los padres, más el de los maestros, consiste en conocer las potencialidades del joven, dialogar sobre sus metas; tener claro si esos objetivos van cimentados con la madurez necesaria para afrontarlo y si las condiciones económicas del entorno lo permiten.
Y es en el factor monetario donde persisten esos sueños truncados. Lo que antes era el final de sus aspiraciones, hoy, y gracias a las numerosas y accesibles ofertas académicas, las personas eligen el programa que esté relacionado con lo que requiere y a la vez vaya acorde con su presupuesto.
Por ello en la actualidad es imposible decir no a la hora de escuchar a los hijos cuando deciden qué carrera estudiar. Becas, créditos y una institución prestigiosa como el Sena, son opciones que ayudan aminorar las cargas financieras que conllevan los estudios superiores.
Ojalá sea esta la oportunidad para que los jóvenes recién graduados y aquellos que pasaron una especie de “semestre sabático”, tengan claro hacia dónde van profesionalmente, ya que es una decisión trascendental en nuestras vidas.