José Mendieta y el Eduardo Santos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernán Gutiérrez Herrera

Hernán Gutiérrez Herrera

Columna: Opinión

e-mail: hernan.editor@gmail.com



De forma metafórica y con una narración literaria, es importante registrar la opinión de un ilustre personaje samario, al respecto de uno de los temas más comentados en las redes sociales: el estadio Eduardo Santos. Todo movido por una pasión que alcanza a todos los niveles de la sociedad.

Este es el caso de José Mendieta quien levantándose muy temprano, al extremo de la otra realidad, se deparó con la controversia del Estadio Eduardo Santos de Santa Marta. Como un samario de primera, se interesó de inmediato por el asunto.

Al fin de cuentas se están refiriendo al "templo" del deporte local, como lo expresó en su momento el gobernador Luis Miguel Cotes. Un "templo" abandonado, pero que continúa vigente. Un "templo" sin asistencia masiva de público, pero que al mismo tiempo guarda los recuerdos más gloriosos del balompié samario.

José Mendieta, en su cabaña playera, se llena de inspiración y evoca recuerdos cargados de nostalgias. Visualiza por un instante, de una forma surreal, el gramado, las porterías, los baños, la entrada y hasta el monumento erigido en honor a Carlos "El Pibe" Valderrama, gloria eterna de este deporte. Es ahí que concluye que las cosas no pueden empeorar.

A juzgar por su estado actual, podría decirse que este "monumento", por el que tanto se debatió estos días, está abandonado. Su gramado, en donde jugaron grandes nombres del fútbol nacional, mal recuerdan las épocas de oro. Tiempos en los que el "monumento" lucia pomposo y alegraba las tardes calientes del fin de semana samario.

Después de tanto pensar, Mendieta terminó sus rutinas matinales y ahora baja al comedor para desayunar con la percepción de que este debate mental que trazó, fue momentáneo, pero se sienta en la mesa y continúa con el estadio en su mente.

Recuerda todavía su majestuosidad, que hoy sucumbe en el olvido. Las tribunas, que ya fueron coloridas y que hoy resaltan más los colores de las larvas provocadas por las lluvias.

La verdad, concluye el humilde samario, es que sí es necesaria una nueva estructura. La ciudad se lo merece y las circunstancias se lo exigen. Pero surge en su cabeza una nueva paradoja: ¿será que Santa Marta está en condiciones de hacer tamaña inversión en un centro deportivo, mientras en los barrios periféricos la gente padece de las más básicas soluciones de salubridad?

Bien, ese seria otro tema que daría para mucho rato, pero lo que ahora importa es que los cambios en el estadio son necesarios, más también es necesario preservar la memoria histórica de este deporte en la ciudad.

Mendieta analiza fríamente el tema, mientras toma su café, que si bien es cierto, las tendencias progresistas del mundo se vienen encargando de demostrar que para darle paso al desarrollo es necesario sacrificar cosas a las cuales nos hemos apegado. Pero también recuerda que es posible abrirle la puerta a la modernidad sin destruir completamente el pasado.

Con esto, el humilde pensador se refiere a algo que vio en una vieja revista hace algún tiempo. Es posible demoler el estadio, construir uno nuevo y darle el mismo nombre. Esto siempre y cuando se cree un museo para celebrar sus épocas pasadas. Aquellas a las cuales estamos apegados y que evocan los marcantes recuerdos del deporte en esta querida ciudad. Recuerdos que la gente humilde preserva hasta la muerte.

Después de esta iluminada reflexión, José Mendieta coge su red de pesca y se aproxima a su guayuco. Todo está listo para librar un día de más trabajo. Quien sabe, si las cosas corren bien, sea posible visitar el nuevo monumento del deporte local una vez lo hayan terminado. Por ahora solo le resta seguir la humilde vida de pescador a la espera de que un día las discusiones avancen más allá de los muros de un estadio y lleguen a su realidad. @Hernan_opina