Idiocracia

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



"Si la tendencia de la tecnología es hacia la inteligencia, ¿por qué la humana parece orillar hacia la estupidez?" Eso mismo pregunté yo, hace un par de días, cuando leí un artículo de internet denominado: El edificio en Suecia donde implantan chips a los trabajadores.

La frase que mencioné anteriormente no es mía, sino de Ricardo García Mainou, prestigioso columnista del diario El economista de México, quien la puso de manifiesto en febrero de 2014 para referirse a la influencia de la tecnología en la vida del hombre.

Retomando el tema del chip para los trabajadores suecos, debo manifestar que inicialmente el asunto no me pareció extraño -a estas alturas del partido se puede esperar lo que sea-, pero, así como lo hice en ocasiones anteriores, concluí que el mundo está definitivamente loco y se cura, el que muere.

Bueno, esto hay que aclararlo -sin ánimo de ofender a nadie, o maltratar el derecho que tienen los seres humanos a pensar y actuar como se les de la gana-, el mundo no sólo se ha vuelto loco, sino también, estúpido.

Basta observar el nivel de irresponsabilidad que asumen ciertos individuos que conducen y, al mismo tiempo, chatean o sostienen una conversación en uno de esos teléfonos inteligentes que ofrecen los mercaderes de la indigencia. Es el colmo, hasta por comprar una bolsa de leche regalan un Smartphone. ¿Acaso no advertimos que esto no es tan bueno como la mayoría lo cree?

No es cierto siquiera que la competencia haya motivado la reducción de precios en los mercados tecnológicos. Lo que sucede es que la industria ha empezado a comprender la conveniencia de manipular a un segmento de la población, con un universo de aplicaciones que le alejan de la realidad y le conducen sometido hacia el basto mundo de la ignorancia.
Desear que Google, Mc Donald´s o la Dian me implanten un chip en la piel para acceder a un servicio que en últimas es mediocre, o ponerme a llorar porque Facebook falló, me parece una real tontería.

No quiero pensar lo que sucederá mañana, cuando los gobernantes corruptos del planeta empiecen hacer uso de este tipo de tecnologías para espiar a los ciudadanos.

Posiblemente, columnas de opinión como las que leemos libremente en la actualidad, ya no estén a nuestro alcance, porque la censura gubernamental ordenará desactivar el Chip del Informador para facilitar el acceso a la cancerígena propaganda gubernamental.

Imaginen el gobierno de la gloriosa Unidad Nacional, y sus amigos del "Alba", reprimiendo a todo aquel que se atreva a emitir una opinión que afecte sus intereses.

Si los hermanos venezolanos sufren los atropellos del régimen hoy día, cómo será cuando les implanten un chip para reclamar los productos básicos de la canasta familiar. Seguramente, el dispositivo electrónico se implantará únicamente a los miembros del club Maduro, y el setenta por ciento de la población morirá de inanición.

Ya veo mi cuerpo magullado con el chip de la luz, del internet, incluso, el de la leche y la cervecita. ¿Cuántos aparatos de esos voy a tener que soportar debajo de la piel? ¿100?, ¿200? No sé.

¿Cómo puedo exigirle a mi hijo que no use tatuajes?, cuando yo luzco peor que un diagrama de barras.

Lo bueno del chip de la cerveza es que los borrachitos no podrán acceder a la deliciosa cebada cuando sean conductores elegidos, mucho menos, consumir más de la cuenta.

Como lo muestra el artículo que nos interesa, la estupidez humana ha llegado a un punto de no retorno.

Albert Einstein lo planteó de esta manera: "Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas".

Lamentablemente, el mundo que visualizó Einstein se encuentra a una nariz de distancia, y no en 2500, como los realizadores del satírico film Idiocracia lo pensaron.