Joven llamado

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro Padilla Racines

Alvaro Padilla Racines

Columna: Opinión

e-mail: derechopadilla@gmail.com

Twitter: @varitocharpure


En Colombia las realidades por lo general se miden con estadísticas que casi siempre difiere de las opiniones de la gente.

Tales opiniones a veces son menos optimistas en temas como el desempleo y la paz, pero siempre encontraremos algún tema que sin mayor consulta, nos generará la certeza de que las cosas podrían marchar mejor.

Uno de los temas que siempre generará esperanzas es el de las juventudes, aún a pesar que cuando decido escribir esta columna para hablar de aquel país de jóvenes emprendedores, líderes de sus propios procesos de vida y capaces de proponer algo diferente a lo común, encontrara datos aterradores.

En cuanto a nuestras oportunidades de encontrar empleo, y aún con la existencia de una ley que no nos exige experiencia laboral, nuestra tasa de desocupación es cercana al 15%, cifra que duplica la tasa general de desempleo que ronda el 7%.

No obstante, resulta más escandaloso que casi 28.000, de los actuales 45.000 reclusos que tenemos en el sistema nacional carcelario, son jóvenes delincuentes que cometieron algún ilícito en muchas ocasiones motivados por necesidades económicas.

No tengo que mencionar lo difícil que resulta ingresar a una carrera universitaria sino se cuenta con el apoyo de la familia, y tampoco que a pesar de estar en vigencia el Estatuto de Ciudadanía Juvenil, en ciudades como la nuestra hay temas de los cuales somos excluidos o incluidos según la conveniencia del caso.

Hay un mundo de diferencias entre lo que las cifras pueden decir y lo que los jóvenes podamos percibir, pero cierto es que los mentados datos de delincuencia y desempleo juvenil no mienten, y dan cuenta que toda una sociedad completa se ha rajado en sus roles de atención y orientación a la muchachada que nacimos en los 90's.

No es buen síntoma de crecimiento social que los jóvenes del país nos encontremos con cifras tan desalentadoras.

Hoy por hoy nada nos garantiza un empleo para ayudar a nuestras familias, ni siquiera un título profesional.

Ni que decir de aquellos jóvenes deportistas en una ciudad que aún no cuentan con escenarios adecuados desde hace más de 20 años.

Pero se equivocan aquellos que nos creen una generación perdida.

Al terminar mi carrera de leyes en la Universidad del Magdalena he logrado conocer a muchas caras jóvenes de la región.

Gente con la cual se puede disfrutar de todo tipo de temas, y también se encuentran preocupados por la perdida en el norte de nuestras aspiraciones.

Las preocupantes estadísticas nos invitan a hacer un joven llamado a la ciudad. Para que quienes dicen liderar procesos juveniles, no permitan que la adrenalina que corren por nuestros cuerpos se desgaste en banas actividades, trabajen por una ciudad, un país o una idea de mundo donde nosotros, sin desmedros de los "cuchitos", indiquemos la ruta para llegar a la cúspide de nuestro éxito social.

Este 2015 se avecina con interesantes cartas jóvenes para gobernar la ciudad. Me llena de esperanza saber que aquellos que se barajan como futuros políticos han atendido el llamado por el servicio ciudadano.

Ñapita: El salario mínimo solo alcanza para que una familia viva pobremente.