Una región a punto de colapsar

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



No puede decirse que el balance de la región en 2014 haya sido totalmente desalentador. Por el contrario, situaciones como la inexistencia de políticas prospectivas encaminadas afrontar los inconvenientes generados por la sequía, la mediocridad de la educación, la crisis de la salud, la decadente infraestructura vial, la violencia, el desempleo y los altos índice de pobreza indican que el Magdalena y Santa Marta "van por buen camino".

Las cosas están tan bien que sería una infamia emitir juicios que contradigan semejante posición. Especialmente, cuando parece ser que las inconveniencias vistas son meros tropiezos que no generan efectos importantes sobre los intereses reales de la población.

Además, contrario a lo que la gente piense, es justo reconocer que todo funciona como un relojito. Sí, pero como un relojito desechable y desgastado que no tiene arreglo. Perdonen la ironía, pero cuando me encuentro de frente a las injusticias que se cometen con el pueblo se me inflama el pensamiento y me dejo llevar por la pasión.

La realidad es muy distinta y, el asunto no es tan sencillo de superar como lo aseguran los dirigentes incompetentes que se enriquecen descaradamente a costa de sus gobernados.

Lo que se aprecia es muy diferente de lo que quieren vender a la ciudadanía. En este país, y en especial en el Magdalena, no existe prosperidad.

Desde sus primeros días, en los albores del siglo XVI, el departamento y su capital han sido incuestionablemente ejemplos de la negligencia administrativa más representativa del país.

Las cosas no han cambiado en quinientos años, y seguramente no cambiarán mientras la clase corrupta continúe empoderán-dose al interior de lujosas oficinas, y el pueblo sea víctima de los sinvergüenzas.

Si no se efectúan inmediatamente los ajustes que se requieren en cuestión de políticas públicas y se avanza en el campo prospectivo, es posible que ni en los en los próximos mil años el Magdalena llegue a superar los niveles de atraso en que se encuentra.

Sinceramente amigo lector, el futuro no se vislumbra tan alentador como lo muestran a la opinión. Es más, los problemas que se advierten a simple vista tienden a profundizarse gradualmente hasta un punto de no retorno.
Lo más raro de todo esto, es que pese a los grandes recursos que perciben los gobernantes por concepto de regalías carboníferas y otros rubros, el Magdalena continúa convertido en el hijo huérfano de la atención estatal.

Generalmente los recursos públicos llegan directamente del tesoro público a los bolsillos de unos pocos y desaparecen como por arte de magia, en tanto, las miles de obras que se anuncian en las fraudulentas campañas no dejan de ser más que una cortina de humo con la que embriagan al elector desprevenido. En este sentido, la proyección estratégica y la inversión pública no alcanzan la relevancia que merecen.

En definitiva, los samarios y magdalenenses debemos conformarnos con las migajas que caen del plato de los comensales, pues no tenemos derecho a reclamar justicia en un país del todo injusto y malicioso. Sobre todo en estos días en los que es obligación estar de acuerdo con cada estupidez que dicen los gobernantes.

Estamos al borde del colapso, y aún no hacemos lo suficiente para cambiar las cosas. Analicemos la situación con detenimiento para que en el 2015 no volvamos a elegir a los mismos pícaros de siempre.
Estoy seguro que podemos hacer la diferencia.