La mediocridad nos representa

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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Otra vez el Magdalena ocupando los últimos lugares. Otra vez la mediocridad nos representa. Otra vez buscamos culpables, pero al final, todo seguirá siendo igual. Basta mirar los resultados de la pruebas Pisa, Saber Pro, y Saber 11 para comprender que al interior de la sociedad colombiana el interés por enseñar, aprender y superar los obstáculos que la vida concede para hacer crecer al ser humano, es un simple juego.

Somos conscientes de que las prácticas corruptas, en todos los niveles, determinan el éxito o el fracaso de la educación en el departamento. Sin embargo no hacemos lo que corresponde para enderezar las cosas. Seguramente en este momento, los sinvergüenzas que se desgarran las vestiduras por los resultados de la prueba saber, ya están buscando los votos de las próximas elecciones. ¿Qué más se puede esperar?

Es necesario ser conscientes de que no es el momento oportuno para buscar culpables, pues culpables somos todos. Gobierno, padres, directivos de las instituciones que ven la educación como un negocio redondo, profesores, estudiantes, gremios y la sociedad en general. Todos sin excepción somos culpables de semejante debacle. "El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra".

Pero, también es importante ser conscientes de que en nuestra mente se encuentra arraigada la cultura del facilismo y la consecución de metas a partir de la premisa del mínimo esfuerzo. Cualquier intención de cambiar esto, resultaría ineficaz.

Ahora me gustaría conocer la mágica estrategia que presentará a la opinión pública la ilustre Comisión de Educación del Magdalena. Quizá, mayor inversión para la educación (platica para los amigos), mejora de los salarios de los profesores, computadores gratis para los estudiantes, veedurías, o nuevas metodologías educativas. No más cuentos por favor, porque estamos cansados de tanta promesa.

La idea no es prometer mayor inversión, pues la inversión nunca se ve. Mucho menos mirar la educación como un negocio, sino, concebirla como un modelo encaminado a formar seres humanos conscientes de la necesidad de construir un mundo en el que los esquemas mentales inapropiados no limiten el desarrollo de la sociedad.

Mientras la educación es un fenómeno complejo que requiere opciones diferentes para encaminar la mente hacia nuevos paradigmas, las limitaciones contra las que luchamos diariamente, son esquemas de pensamiento simple producto de una actitud derrotista. Las limitaciones no pueden llegar a definir al ser humano, pues todo en la vida del hombre es cuestión de disposición para aferrarse al éxito inextinguible.

Si el problema fuese de tipo metodológico, como muchos expertos lo aseguran, al analizar las costumbres del hombre magdalenense encontraríamos que ni una sola metodología, por muy buena que resulte su concepción, podría por sí sola crear un cambio de actitud mental que favorezca el ideal que se persigue.
El problema no es de metodología, métodos o procedimientos, sino de actitud.

La clave está en la disposición que se manifieste sanamente para afrontar responsablemente la vida. El ser humano en la actualidad se ha acostumbrado al buen vivir, al facilismo, a la comodidad y al disfrute de las bagatelas que la historia le ha cedido. El hombre de hoy no está dispuesto, pese a que ha sido moldeado para ello, a transformar el mundo que le rodea, o a dar más de lo que puede.

Toda técnica, método, o camino perfilado para transformar el proceso educativo debe asimismo, impulsar la transformación de la mente humana. No basta con diseñar o crear, también es necesario construir en realidad el sano pensamiento.

Lo importante es el ser humano, no un proceso como tal. Por ello es preciso que los métodos diseñados para abordar un excelente proceso educativo estén ligados a la construcción de humanidad. Debemos hacer que el esfuerzo valga la pena. ¿Cómo lo logramos?
Un cambio en la forma de ver y apreciar las cosas, probablemente motivará un cambio de actitud. Y un cambio de actitud incuestiona-blemente, permitirá transformar el mundo en que vivimos.

Seguramente podremos alcanzar cosas mejores como vamos, pero más allá, lo que realmente importa, es lograr un cambio interior que permita reparar los errores del pasado. Pues no llegamos a este mundo para favorecernos del trabajo de nuestros semejantes, sino para favorecer con nuestro esfuerzo, el desempeño de los demás.
Construyamos patria honestamente, y dejemos de jugar el juego de la indecencia y la corrupción, porque a bajos niveles de imperfección hemos llegado. Y junto con nosotros, las siguientes generaciones también llegarán.

Hacer algo bueno por la educación y el futuro del Magdalena, es nuestra obligación.