La maldita guerra del centavo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



El temor se apoderó de los pasajeros de dos busetas afiliadas a la empresa Cootransmag que cubrían la ruta Transporte-Don Jaca, a tal punto que un grupo de personas debió descender precipitadamente de ellas, cuando uno de los conductores intentó agredir con arma blanca a su colega. Este hecho se presentó el día miércoles 29 de octubre a las cinco de la tarde, frente a una panadería del barrio Líbano 2000.
Unos metros más adelante, en la entrada de la urbanización Canarias, los pasajeros que permanecieron en sus asientos fueron trasladados a otro vehículo porque el conductor amenazado, quizá consciente de la situación, decidió finalizar el recorrido después de 20 minutos de haber iniciado el mismo.
En un sector cercano (frente a las torres en construcción de la urbanización Ciudad del Sol), un par de días después, en horas de la mañana, un taxista fuera de control obligó a una mujer en estado de embarazo a salir del automóvil, porque esta se negó a pagar los siete mil pesos que descaradamente el profesional del volante cobraba por trasladarla desde el centro comercial Ocean Mall. Es importante señalar que una carrera de ese tipo no cuesta siete mil pesos, y aún no estamos en Navidad.
Ahora, además de los huecos, el exceso de velocidad, el maltrato verbal, y la posibilidad de romperse los tímpanos a causa del ruido que se emite en las discotecas andantes, el pasajero del servicio público en Santa Marta, debe lidiar con este tipo de violencia.
No solo se debe estar atento a que los amigos de lo ajeno hagan de las suyas en las calles de la ciudad, sino que también es preciso andar con cuidado ante la inadecuada posición que han asumido algunos conductores de taxis y busetas, debido a la maldita guerra del centavo.
Ante la imprudencia y el maltrato que reciben de parte de algunos transportadores, cientos de personas han optado por hacer uso de la moto-taxi para realizar sus diligencias personales. La verdad, personalmente, prefiero caminar antes que subirme a una de esas. Afortunadamente prohibieron el parrillero hombre.
Por un lado se quejan que la mototaxi y el transporte pirata le han arrebatado parte de la clientela natural, y por otro, incoherentemente y sin medir las consecuencias de sus actos irracionales, maltratan a los pasajeros.
Estos son solo algunos de los hechos que salen a la luz pública, pero quién sabe cuántos más se guardan los usuarios del transporte público para no meterse en problemas. ¿Qué otro tipo de situaciones vivirán y callarán la personas que deben hacer uso de este medio de transporte en Santa Marta? Jamás lo sabremos, y seguramente los que se atreven a denunciar estas acciones no son escuchados por las autoridades, o las directivas de las empresas transportadoras.
Generalmente nos quejamos porque las normas establecidas para asegurar la sana convivencia son demasiado severas, pero, ¿hacemos algo para cumplir con los deberes ciudadanos como es preciso? ¿Intentamos atender las señales de tránsito o respetar el derecho que los demás tienen de transitar por las calles de la ciudad sin temor a ser lesionados? Seguramente no. No hacemos nada para asegurar la sana convivencia, por el contrario, cada quién intenta acomodar las leyes a su insana conveniencia para hacer con ellas y con los vecinos, lo que se les da la gana.
En el mundo egoísta que construyo solo importan mis asuntos. La salud, el bienestar o la tranquilidad de los demás no es asunto mío. Por ello la actitud improcedente que hemos asumido con el resto de la humanidad. Lo único que acepto como válido es aquello que me conviene. Si a los que viven junto a mí no les gusta, problema de ellos. Así pensamos hoy. "Lo único que importa soy yo".
No importa barrer el frente de la casa y echar la basura o el agua sucia al vecino. Al fin y al cabo el frente de la casa hace parte de la calle, y la calle es pública. Sin embargo, cuando eso lo hace otra persona conmigo se forma la de Troya.
Así son las cosas en una ciudad donde no existe conciencia ciudadana, y en la que a nadie le importa lo que sucede con los demás. Solo espero que los directivos de las empresas de transporte público pongan más atención a la actitud que han asumido sus subalternos. Es posible que se puedan evitar situaciones de lamentar.
Ojo que también es un llamado de atención a las autoridades. Analicen la situación y miren que están haciendo mal. Un cambio de actitud puede convertir a Santa Marta en una ciudad cívica que sirva de ejemplo al resto del país. ¡Pon algo de tu parte!