El derecho de la Fifa

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Cada vez que celebramos una victoria de la Selección Colombia en el Mundial de fútbol legitimamos la labor de los tipos de la federación, asociación, división, o como se llame ese negocio con el que tan distinguidos sujetos se llenan de plata a costa de los aficionados colombianos.

Lo mismo pasa a nivel global, con la Fifa, entidad que es un calco a gran escala de las organizaciones preeminentes locales: por eso no se mete demasiado en lo que cada una de ellas decide internamente. Lo único que le interesa a la Fifa es "proteger" a sus hijitas locales de los "invasores" gobiernos de cada país, pues hay que "preservar" al fútbol-dice la Fifa, sin decirlo- de la injerencia de la política. Bello discurso…, lástima que no sea cierto.
Decía que la Fifa cuida a las organizaciones preeminentes -sus organizaciones- de las posibles animosidades del derecho interno, y es por eso que, entre otras cosas, el respetable reino con sede en Suiza no dice nada cuando los trabajadores colombianos del fútbol quieren asociarse para la lucha de sus derechos, y resultan matoneados por los dueños de los equipos profesionales, y por las sociedades que representan sólo a éstos (Federación, Dimayor, Dimenor, etc.).
Esas organizaciones, colombianas o de otro país, son las preeminentes -las únicas-, porque son las que le convienen a la Fifa: de ahí que tengan su aval para hacer lo que les dé la gana, y es por eso que temen tanto a la intervención estatal, que no sería buena ni mala en sí misma.
Sea como fuere, a la Fifa le funciona su estructura: es la mayor organización internacional del planeta, superando incluso a las Naciones Unidas en número de miembros, lo cual no es poco. Su autoridad deriva de esa extensión verdaderamente global que tiene, de la difusión de su logo, de la aparente nobleza de su cometido: unir a la humanidad en torno a algo tan infantil como apasionante, que gusta a todos por igual, y que es el reemplazante perfecto de la guerra. La Fifa, señores, es un agente de la paz mundial, como decían las reinas de belleza.
Y eso lo hace a través del fútbol: un deporte tan simple y tan barato que se puede jugar en cualquier parte, por parte de cualquiera. Se pone uno a pensar si entonces algo que no debería tener dueño, realmente lo tiene, en la práctica.
El monopolio de las actividades futbolísticas, que lo tiene la Fifa (¡al punto de prohibirle a un jugador sancionado siquiera entrar en los estadios!), la muestran como un nuevo Estado, y uno global.
Tal vez se trate del primer Estado global del mundo, con constitución y todo (hay abogados especialistas en derecho "fifístico"), pero, pese a ello, y dada su composición empresarial y europeísta a más no poder, no es un ningún modelo de justicia. Es, la Fifa, la gran paradoja: ciertamente propugna la unión de los pueblos dentro de sí, y pergeña algo de tolerancia frente a naciones atrasadas, pero lo hace para inocular más aún más injusticia en un mundo injusto: es su reflejo o su continuación. Que gane Colombia, pero por la ilusión de su gente, que es lo importante.