Goles del caos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Fuad Chacón Tapias

Fuad Chacón Tapias

Columna: Opinión

e-mail: fuad.chacon@hotmail.com



En Brasil, un hincha de Colombia trata de apuñalar a otro por un malentendido en pleno entrenamiento de la Selección. El cuchillo empuñado con firmeza pasa a pocos centímetros del pecho de la potencial víctima quien se salva con un instintivo movimiento hacia atrás. Mientras tanto en Bogotá nueve personas mueren, hay múltiples daños a vehículos y se registran 3.000 riñas tras el triunfo contra los griegos. Luego, pocos días después, una tromba vestida de azul secuestra y destroza un bus articulado de Transmilenio durante el onomástico del club Millonarios. El conductor fue amedrentado con una hoja de navaja contra su yugular y avanzó por más de 15 estaciones hasta que apareció la policía tardíamente. Todos a la fuga, ningún capturado.
Tres contingencias coyunturales que nos arrojan un desalentador panorama. Colombia se presenta entonces como un país violento tanto en sus horas felices como en medio de las tristezas. Una nación enferma que dio a luz una generación que se mata entre sí porque sí y porque no. La intolerancia que se respira en las esquinas encuentra su catalizador perfecto en medio del alcohol, cuando las inhibiciones se reducen y solo hace falta un roce o un comentario para iniciar una irritación que bien puede derivar en un resultado fatal. El colombiano parece un ser instintivo, primitivo, que reacciona con la menor de las provocaciones sin poder controlar las consecuencias.
De nada servirá desarmar a los grupos armados de nuestra geografía si no cultivamos la paz en las calles de todas las ciudades. Los pleitos de fin de semana y la desafortunada frase de batalla "Yo no me la dejo montar" han causado más cadáveres que la guerra de hermanos que nos ha desangrado por más de 50 años. La verdadera paz de Colombia no tiene que ser negociada en La Habana sino en cada familia, en cada casa, en cada barrio, allí se está librando la batalla real.
Por el momento el gobierno responde eliminando los detonantes probables de estas desgracias. Así pues, se impone una ley seca sorpresiva que afecta a los comerciantes, quienes ven sus inversiones mundialistas echadas al traste, y demuestra lo inatajable de nuestra situación. Mientras el resto del planeta celebra con moderación por los éxitos de sus combinados nacionales, nosotros tenemos que reprimir la fiesta hasta su mínima expresión para prevenir bajas humanas. La civilización de nuestro pueblo desaparece de un plumazo cuando el resentimiento de su interior consigue las excusas para explotar.
Sería espectacular que Colombia fuera campeona del mundo, eso es lo que todos esperamos, pero más espectacular aún sería que el país no se autodestruyera en el camino y que los goles del caos no se siguieran marcando. La cultura ciudadana y el aprender a ser gente será lo único que nos salvará de nosotros mismos, de lo contrario nuestras lágrimas nunca volverán a ser de alegría.
# Obiter Dictum: Desde esta tribuna apoyamos a Hassan Nassar. El periodismo de opinión siempre deberá ser el ágora donde ideas divergentes se encuentren, se les comparta o no.