La hora de la verdad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Juan Echeverry Nicolella

Juan Echeverry Nicolella

Columna: Purgatorio

e-mail: juanecheverry@hotmail.com

Twitter: @JPEcheverry



Señor lector, usted -aunque no lo sepa- es dueño de un porcentaje de una gran empresa. Su compañía tiene problemas, pero también las características necesarias para ser una de las mejores en lo que hace. Se trata de una herencia que le dejaron sus padres y tiene la posibilidad de nombrarle un gerente cada 4 años. Ha llegado ese día, hoy deberá elegir quién administrará sus acciones. ¿Elegirá a cualquiera o le dejará la decisión a los demás socios? Lo responsable con su futuro es reflexionar para tomar la mejor decisión y existen algunas características de singular relevancia que se deben tener en cuenta. Hay otras empresas similares a la suya que han vivido experiencias que pueden servir a manera de ejemplo.
40 millones de colombianos somos socios de una hermosa herencia llamada Colombia y tenemos la mejor forma que la humanidad ha inventado para acordar entre todos nuestro rumbo: la democracia.
Otras sociedades han corrompido ese mecanismo hasta el punto de dejarlo sólo como una fachada disfuncional. Las posibilidades de Venezuela, por ejemplo, se han reducido en ese campo gracias a un régimen que impide la participación, que no representa a sus ciudadanos y que además niega las libertades.
Lo grave es que la Colombia de hoy vive las situaciones que le permitieron a Venezuela ser lo que dolorosamente es.
El chavismo empezó auspiciado por la mayoría de los medios de comunicación que no dudaron en parcializarse a favor del caudillo y sus ideas de supuesto cambio. Lo que sucede hoy en Colombia es la copia exacta de ese libreto.

El portón de entrada al fracasado castrochavismo en la hoy república bolivariana fue un presidente que arrodilló el Estado de Derecho perdonando a los enemigos de las instituciones. Rafael Caldera perdonó a los criminales golpistas igual que Santos pretende indultar al terrorismo en Colombia.
Los poderes concentrados han sido el común denominador del ejercicio de la dictadura venezolana y de muchas otras. Preocupa que en Colombia la Fiscalía adelante unos procesos judiciales y adelante otros con lo que se favorece el presidente Santos justo días antes de las elecciones.

El descontento ciudadano por el mundo político en este país tiene razón de ser. Por generaciones nuestra clase política habría podido hacerlo mejor, pero esa no puede ser la excusa para no participar en un momento tan importante para el país. Quienes no se interesan en estos asuntos públicos, están condenados a ser gobernados por los que sí lo hacen. Y es eso lo que precisamente ocurrió en Venezuela: un país cansado de los malos políticos de siempre terminó siendo la oportunidad para el acceso al poder absoluto del socialismo del siglo XXI, el mismo que predica el hoy aliado de Santos, Gustavo Petro.
El voto es el pilar de la participación y el fundamento de la democracia. Pensemos que por medio de él podemos elegir a quienes administrarán la herencia de nuestros hijos. Con el voto tenemos el poder de crear un futuro peor o mejor. Son las futuras generaciones la razón primordial de nuestro voto. Es por eso que indiferentemente de cuál candidato elija, el momento crucial que vive Colombia le exige que salga al puesto de votación y cumpla con su deber. No tendrá autoridad moral para criticar a quien nos gobierne los próximos cuatro años sino o hace. Ciudadano lector, le llegó la hora de la verdad. @JPEchverry