Más propuestas y menos escándalos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Estaba revisando las propuestas educativas de los candidatos a la presidencia en la actual contienda electoral cuando estallaron los más recientes escándalos en los cuales las más opcionadas campañas se sacaron mutuamente algunos trapos sucios, bastante apestosos por cierto. Naturalmente, y ese era el objetivo, la atención nacional se focalizó en ellas y en las inexcusables acusaciones, bataholas y algazaras con dicterios y diatribas que protagonizan ahora los partidos de Uribe y Santos: los otros tres candidatos están borrados en los grandes medios por cuenta del enfrentamiento. Esta coyuntura es una magnífica oportunidad para debatir la forma actual de hacer política en Colombia.
Promesas electoreras vacías más que propuestas acordes con las necesidades nacionales, en los principales temas -educación, infraestructura, empleo, paz, competitividad, seguridad, etc.- que desaniman al elector consciente. Colombia atraviesa una emergencia ética y moral que permeó casi que cualquier ámbito nacional. Los partidos tampoco ofrecen idearios filosóficos coherentes; sus constantes saltos "ideológicos" al son de las encuestas despistan al ciudadano de a pie; sin programas de gobierno sólidos tampoco se les toma puntería, ya que tienen más en cuenta la opinión manipulada que el análisis objetivo o las bases programáticas. La primera consecuencia de todo ello es la falta de crecimiento y desarrollo armónico y simétrico del país que debería estar basado en la agroindustria, la biodiversidad, la industrialización responsable cimentada en desarrollos propios o la exportación de conocimiento, distinto a los ingresos actuales por minería irresponsable, los capitales golondrina, la marrulla y cosas por el estilo.
En el caso de la educación, las campañas apuntan al electorado del sector docente prometiendo mejores condiciones a los maestros (necesidad sentida y de urgente solución, claro está), y también a los padres de alumnos de menores recursos con la promesa de aumentar la cobertura en procura de menor deserción y más movilidad social. Pero, ¿los contenidos y la calidad? En el nivel de educación superior, los candidatos se concentran en propuestas de formación técnica y tecnológica, pero casi nada en ciencia, investigación, innovación y menos en contenidos acordes con estos tiempos. Insisto en que nuestra estructura educativa es anticuada, embrutecedora, coarta la iniciativa y el emprendimiento y no aprovecha las dos herramientas fundamentales: el conocimiento y la tecnología. Por ello, ofrece pocas respuestas para salir del atolladero, mientras los aspirantes al sillón presidencial tampoco presentan programas audaces con capacidad de cambiar la realidad nacional de manera propositiva, positiva y sostenida. Parecería que hubiera consenso entre los gobernantes salientes y los futuros mandatarios para mantener el stau quo de la ignorancia colectiva, apoyados en el famoso "panem et circenses" que fomentan desde las principales cajas de resonancia mediáticas. La falta de educación viene a ser la madre de los vicios de la política colombiana que agobian la cotidianidad de la gente y repercuten al interior de los hogares.
El fuego cruzado suicida tiene efectos inmediatos en las encuestas, lógicamente. La ignorancia es alimentada por el grotesco espectáculo mediático que protagonizan las dos principales colectividades electorales. Si con ello buscan el primer cargo de la nación, déjenme decirles que a lo mejor lo obtendrán. Pero, como preguntaba Echandía: "¿El poder para qué?". Porque no se trata, señores, de detentar el cetro de mando solo porque sí para marranear al adversario y joder al ciudadano, sino de ser constructivos y colectivos. De entender que la paz no es la ausencia de conflicto armado sino bienestar social, oportunidades simétricas para todos los ciudadanos, educación de calidad para todos, servicios públicos, salud, oportunidades de trabajo, progreso sostenido, etc.; en una palabra, la aplicación de la Constitución y las leyes. En la Carta a Birmingham, el entonces prisionero Luther King afirmó que "la verdadera paz no es la ausencia de tensión sino la presencia de justicia".
Señores políticos: los ciudadanos del común estamos desmotivados. Miren sus encuestas, modernos oráculos: hemos perdido la confianza en los partidos, sus candidatos y en las instituciones. Estamos hastiados de la guerra sucia en esta campaña política; la falta de ideología coherente, la repetición de las promesas engañosas de siempre y las empresas electoreras están acabando con dos candidaturas importantes. A lo mejor una gane, pero a ese paso tendremos unas cuantas décadas más de conflicto armado, otros miles de muertos y víctimas civiles, atrasados, con alto desempleo y desigualdad, derechos pisoteados, peleando los últimos lugares en la Pruebas Pisa y vanagloriándonos de ser el país más feliz del mundo, en rumba permanente mientras liquidamos el saldo de nuestras riquezas feriando los recursos naturales, y los mejores cerebros se fugan por la carencia de oportunidades. Es mejor invertir en paz que en guerra, y en educación que en farándula. Tengan un tanto de decencia y de respeto por los electores, que merecemos planes seros y programas realizables, y menos ofensas o acusaciones, a veces sin fundamento. Como lo dijo Benito Juarez: "la paz es el respeto por el derecho ajeno".