El turismo no es el coco

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



¿Qué sería de Santa Marta sin los turistas? Es una pregunta que todos sus habitantes nos debemos hacer, tengamos o no relación directa con el turismo. Por supuesto que Santa Marta es más que turismo, pues al lado de dicha práctica económica se mueve toda una ciudad respetable donde se ejercen múltiples actividades como en todas las urbes del mundo.
La pregunta viene a colación ante una actitud que he observado durante los siete años que llevo viviendo en Santa Marta: las maneras despectivas y casi resentidas como muchos samarios se refieren e incluso tratan a los turistas, lo cual se extiende a los hoteles y en general al turismo. Así lo expresan de diversas formas y su comportamiento también lo muestra.
Nada más absurdo. Hoy en día ciudades como Bogotá y Medellín, y regiones como el eje cafetero, que antes no contemplaban el turismo como una fuente de ingresos importante, han hecho sorprendentes esfuerzos para mejorar dicha actividad y lo han logrado. Su posicionamiento nacional e internacional turístico es de admirar.
En ese creciente posicionamiento tiene que ver mucho la actitud de los residentes frente al turista y al turismo. En el buen trato y en comprender lo benéfico que ello es para el avance de sus ciudades y regiones.
Pero en Santa Marta, cuyas bellezas naturales de todo tipo nadie pone en duda y que han sido una característica de la ciudad, no es así. Es palpable la mala cara que se pone al turista y cómo tantos se molestan por las temporadas turísticas.
Es cierto que hay turistas groseros, incultos y hasta delincuentes. En todas partes los hay y debemos hacer lo posible para que modifiquen sus conductas o para sancionarlos como es debido legalmente, pero no son todos y tenemos que mejorar nuestra actitud. No hay nada que moleste más a un turista que el mal trato o la displicencia. Ese turista mal tratado no vuelve jamás y, con toda razón, se encargará de llevar la mala imagen de la ciudad a su sitio de origen con las consecuencias que ya sabemos.
No solo los grandes hoteles, sino miles de personas viven del turismo en Santa Marta, ya sea directa o indirectamente, entonces, ¿por qué pateamos así la lonchera? La gente a veces cree que el turismo ni le va ni le viene porque su ocupación nada que ver, pero no se ha puesto a pensar que el turismo en una ciudad como Santa Marta es un motor económico que de alguna manera involucra a todos benéficamente.
Liderada por las autoridades, empresas y gremios, se requiere que desde colegios y escuelas tanto públicos como privados se trabaje en una cultura ciudadana dirigida al turismo. Que se enseñe la importancia de la actividad y, por qué no, se formen desde edades tempranas capacidades para el día de mañana tener al turismo como fuente de ingresos personales. Que nuestros niños vean en el turismo una posibilidad y no una amenaza, una manera de contribuir al progreso de su ciudad y también de ellos mismos.
No solo del carbón vive el samario, que si bien es cierto es una posibilidad si es bien manejada, no es la única y, además, es perecedera. El turismo puede ser perpetuo si sabemos entenderlo, manejarlo, aprenderlo, soportarlo y aprovecharlo de una manera inteligente. Muchas ciudades y países del mundo han salido de crisis gracias a que han entendido y aprovechado el turismo como una política pública punta de lanza. Pero en Santa Marta no es así. Son medidas aisladas y, en especial, está esa antipatía por el turista.
A veces es casi odio, y está fundamentado en una actitud negativa que el samario tiene frente a lo foráneo. Eso es absurdo y está mandado a recoger hace tiempos con la globalización: lo externo que llega nos puede traer muchas ventajas y no es una amenaza como muchos creen.