Posconflicto

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



La historia de Colombia ha sido una sucesión de conflictos porque sus finales y momentos subsiguientes nunca se han manejado adecuadamente. Incluso, muchas veces son concomitantes.

Los cuatro ejemplos más cercanos y notorios son (1) la Violencia de los años 50 que desencadenó el nacimiento de las Farc cuyo (2) conflicto aún persiste, y el (3) conflicto paramilitar que mutó a una (4) serie de conflictos con y entre las bacrim.

Estos son solo los más recientes y además importantes por su despliegue nacional, cantidad de combatientes y daños causados.

Pero nacidos de esa práctica tan colombiana de dirimir diferencias o conseguir poder y riqueza mediante la violencia, ha habido y hay otros conflictos sectorizados por regiones y botines.

Como lo dice en sus palabras William Ospina en "Pa que se acabe la vaina", cada veta de riqueza lícita o ilícita siempre ha traído la maldición de su violencia o su conflicto propio: oro en la Conquista y de nuevo ahora, caucho en la Amazonia, banano en el Magdalena, esmeraldas en Boyacá, y marimba, coca y amapola para mencionar los más destacados.

Un acuerdo en La Habana no desaparecerá esa maraña encadenada de cinco siglos de violencias y conflictos, pero sí atenuará algunos al tiempo que quebrará la coraza política del conflicto Farc que sí la tiene todavía aunque algo difusa y ya perdida por varios frentes.

Hablar de posconflicto y empezar a trabajarlo no es pues ensillar sin traer las bestias. Es un responsable acto de planeación integral porque el rumbo actual de las negociaciones de La Habana obliga a jugarse desde ya esa carta que hace parte del mismo proceso.

Sería fatal dejar un resquicio de solución de continuidad entre la firma del acuerdo y el período siguiente. Resumiendo: conflicto, negociación y posconflicto hacen parte del mismo cuerpo y dinámica social y los tres deben tramitarse al tiempo.

Para lograr una paz o mejor una disminución de la violencia "a sus justas proporciones"-como existe en casi todos los países del mundo-la clave está en saber qué hacer cuando cada conflicto termine. No solo saber qué hacer con el tipo de justicia a aplicar, con la indignación de la sociedad y la reparación de las víctimas, sino saber llenar los espacios que aquellos dejan y cómo incorporar en la sociedad a los miles de combatientes rasos.

El posconflicto no es solo una época. Es toda una política pública que debemos construir, manejar y vivir para que los pactos sean definitivos y luego los conflictos no renazcan o muten multiplicados. Parodiando a la Corte Constitucional, se trata de administrar un estado de cosas posconflictual en remplazo de un estado de cosas conflictual.

Todos los momentos sociales deben ser ocupados de manera oportuna e inteligente por el actor indicado, en este caso el Estado, porque de lo contrario las dinámicas sociales corren a suplirlos de alguna manera, casi siempre por fuera de la institucionalidad y con la violencia.

Para ello se requiere mucha investigación sobre la caracterización de cada conflicto, las motivaciones de los combatientes rasos y mandos medios, y el contexto social, económico y cultural, entre otros.

Solo así será posible finiquitarlos porque con ello se va a las fuentes. Ya hay numerosos estudios que se deben utilizar como base para la construcción de esa política pública de posconflicto nacional, que además debe ser flexible para acomodarla a las características de cada región y a cada motivo de violencias.

Liderados por el de Antioquia, los gobernadores del país así lo han entendido conscientes de que en sus regiones es donde se sufre directamente tanto el gran conflicto nacional con las Farc como los demás.

Por eso es clave que el posconflicto tenga su principal escenario en las regiones con participación muy activa de sus gobernadores, alcaldes y demás autoridades, al igual que de su empresa privada, organizaciones y ciudadanos.