Samuel Jiménez Nieto, in memoriam

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



El 4 de enero de este año falleció en la ciudad el doctor Samuel Jiménez Nieto, ilustre abogado y exmagistrado del Tribunal Superior de Santa Marta. Con su deceso el doctor Jiménez Nieto deja un amplio círculo de amigos, no solo en el ámbito de la jurisprudencia sino en la vida corriente de la ciudad.

Su manera descomplicada de afrontar el diario acontecer le permitió cultivar un grupo heterogéneo de personas con quienes compartía momentos agradables de su feliz condición de jubilado. En efecto, repartía su tiempo entre su acostumbrado baño marino de todas las mañanas y su infaltable charla con otro grupo en el café Juan Valdez, del antiguo Almacén Ley. Por las tardes sacaba tiempo para la lectura.

Así cumplía sus últimas jornadas, plenas todas de actividad cultural. Las tres etapas de su faena diaria estaban bien definidas, pues con sus 'Amigos de la playa' compartía las primeras horas en medio del calor humano que le prodigaban 'Corpas', Pacho Vanegas, el señor Vilarete y otros amigos incondicionales que hoy lamentan la ausencia del compañero fallecido. Durante ese baño matutino el doctor Jiménez Nieto se apoderaba de la palabra para contar anécdotas propias y celebrar las ajenas.

Su otro escenario, 'la oficina del café', era diferente. Los contertulios esperaban su llegada y le guardaban el mismo puesto, en la primera mesa. Aunque con voz bastante apagada, presidía las informales reuniones, basadas casi siempre en temas variados, muchas veces intrascendentes. Lo importante para el doctor Jiménez Nieto y quienes lo rodeaban era estar mutuamente acompañados y disfrutar del calor de la amistad. Ricardo Manjarrés, invariablemente sentado a su izquierda, era su más asiduo interlocutor.

La tercera etapa del día sorprendía al ilustre exmagistrado en su residencia, dedicado a la lectura, pasión que lo acompañó toda la vida, complementada con la actividad periodística que en una época lo llevó a escribir la columna 'Cinco de Recreo' en el diario local EL INFORMADOR.

En esa tribuna el doctor Jiménez Nieto plasmaba sus opiniones y, sobre todo, encontraba el espacio necesario para dar rienda suelta a su buen humor. Era difícil descubrir dónde terminaba la parte seria de sus escritos y dónde se iniciaba el comentario histriónico. Ejemplo de ello es un artículo suyo escrito por los años ochenta.

El autor se refiere a una visita que hizo al Vaticano; afirma que el Papa, al reconocerlo, indagó por la vida de su hermano Jenaro Jiménez Nieto y, ¡oh sorpresa! en voz baja le preguntó si la población de Santa Ana todavía se inundaba.

En verdad, personas como el doctor Samuel Jiménez Nieto marcan huellas imborrables sobre quienes tienen la fortuna de conocerlas y, como sucede con frecuencia, poco antes de abandonar este mundo se apresuran a dejar testimonio de su periplo vital.

En el caso del doctor Jiménez Nieto señalamos dos hechos que evidencian la afirmación anterior: el 31 de diciembre, cuatro días antes de su fallecimiento, se hizo fotografiar varias veces con sus 'Amigos de la playa'.

En ninguna de las tomas quiso aparecer en los extremos, pues entre ellos afirmaban que quien ocupaba esa plaza se moría el año siguiente. Juraban tener prueba de eso. En una de las fotos ocupó ese lugar el señor Vilarete, quien en forma jocosa comentó que si le tocaba a él, ni modo; pero estaba escrito que la fatídica cita era con el doctor Samuel y con nadie más.

De la cabeza a los pies impecablemente vestido de blanco, la egregia estampa del doctor Samuel Jiménez Nieto permanece en la memoria de sus amigos y familiares, quienes reconocen sus valores humanos y aseguran, con ejemplos fehacientes, que su humor inteligente y contagioso nunca le permitió envejecer. Paz en su tumba.