El fruto que recogemos

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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Igual que todos los años. Los colombianos esperamos la época de navidad para acabar con lo poco que conseguimos los meses anteriores. Y todo porque supuestamente, el espíritu de la navidad nos invita a compartir con la familia y los amigos. Puro cuento.

La verdad no creo que la navidad tenga espíritu. Eso es simplemente una historia reforzada que utiliza el decadente sistema empresarial que conocemos, para mantener cautiva la bendita sociedad consumista de la cual hacemos parte.

Si realmente la navidad tuviese espíritu, no se encontraría en las calles tanta miseria, dolor y sufrimiento. Porque la navidad, dicen algunos, está inspirada en el nacimiento de Jesús en un establo. Lo digo claramente, en un establo. No en un hotel siete estrellas como los que alojan a los honorables congresistas, o el fulgurante crucero anti estrés de los ilustres magistrados de la república.

Sí la navidad verdaderamente inspirara el pensamiento del carpintero de Nazareth, como los hipócritas lo aseguran, no estaríamos preocupados por comprar tanta basura innecesaria.

Sí la navidad fuese inspirada en Jesús como falsamente predica el sádico sistema empresarial que conocemos, no estaríamos motivados a despilfarrar los pocos pesos que ganamos difícilmente. Por el contrario, pensaríamos en cosas más importantes y nobles, como buscar mecanismos más justos y honestos para solucionar los problemas de la población vulnerable.

Seguramente, ya sabemos que comeremos y que vestiremos el 24 y el 31 de diciembre. Pero sabemos acaso lo qué comeremos y vestiremos más adelante. O peor aún, sabemos qué comerán y vestirán miles de familias de escasos recursos en Colombia y en todo el mundo. No, seguramente eso no nos interesa.

Sí no estamos interesados por lo que sucede a los miserables de la tierra. Entonces, ¿Cómo podemos afirmar tan cínicamente que la navidad es una época de paz y amor, o que la navidad tiene espíritu?

Mentiras, a nadie le interesa lo que suceda con los demás. Lo único que importa es comer, beber y reír. Lo demás que se vaya al carajo.

Estamos tan comprometidos con el legado corrupto que nos persigue, que somos incapaces de vislumbrar el enorme mal que hacemos al género humano. Bueno quizá seamos afortunados. Porque es posible que a pesar del mal que hacemos, no estemos ahí para ver el final de nuestra propia destrucción.

Y cuando hablo de destrucción no estoy hablando de profecías absurdas. Sino del mal que el hombre se hace a sí mismo, por causa de su egoísmo. Porque al final de cuentas, los hijos son los que recogen el fruto corrupto que sembramos.

Sí, es verdad. Serán nuestros hijos los que pagaran esas equivocaciones. Y todo porque nos dedicamos a vivir bajo las condiciones y reglas de los corruptos. Aunque no lo crean, somos tan culpables como los que destruyen la esperanza de los demás. Somos tan culpables, como culpables son los corruptos que elegimos de gobernantes.

Vivimos una farsa que no tiene reversa. Porque mientras millones de personas mueren de hambre o por causa de la guerra y la violencia. Otro tanto proclama una misericordia que ni ellos mismos se creen. Lo digo porque lo digo, somos tan corruptos, como los corruptos que nos invitan a pensar que no hay cabida para todos.

Porque, ¿Cuál espíritu de navidad puede existir en un mundo polarizado entre ricos y pobres, negros y blancos, cristianos y musulmanes, o izquierda y derecha? No sé. ¿Qué me dicen ustedes? La verdad. Yo no creo esa basura de los sistemas políticos y económicos. Y mucho menos, en el cuento del espíritu de la navidad.