El camino que lleva a la escuela

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Que muchos niños colombianos encuentren dónde y cómo estudiar es ya de por sí un gran logro. Pero bueno, encuentran una escuela o un colegio y afortunados aquellos. Sin embargo, les falta una proeza más para lograr cursar sus estudios: llegar diariamente a esa escuela o colegio.

No solo en el campo sino también en las ciudades, para numerosos niños colombianos la ruta a la escuela es una aventura diaria: un drama, una carrera extrema, y, muchas veces, un trayecto donde pueden encontrar la muerte temprana.

En ciertas ciudades tienen que caminar decenas de cuadras o montar en inseguros vehículos a veces por más de un trayecto. Llegan cansados a estudiar, inocentes del peligro que corrieron y que correrán al regresar a sus casas. Inocentes del peligro de solo cruzar las fronteras invisibles trazadas por bandas y combos, de toparse con una bala perdida o con los criminales abusadores, violadores o asesinos de niños, en fin, paradójicamente en nuestras ciudades ir a la escuela o al colegio no es apto para menores de edad porque el camino contiene escenas de sexo y de violencia en donde los mismos niños pueden ser los protagonistas como víctimas.

Y en nuestros campos ni se diga. Los niños deben transitar caminos y trochas que los llevan -es la idea- a sus escuelas. Trampas mortales, largas, sinuosas, empedradas, polvorientas. Caminos minados, caminos con puentes increíbles construidos con rústicos materiales. Van por entre sembrados, bosques, potreros, lodazales. Cruzan quebradas, cañadas, alambrados, cercas. Odiseas infantiles diarias para aprender algo que les dé alguna esperanza en la vida.

Un corresponsal de El Tiempo en Ibagué, Fabio Arenas Jaimes, lorelató a principios del año en una dramática crónica titulada "Historias de cómo ir a estudiar por trochas minadas y sin puentes" (Eltiempo.com, 8-2-13). La guardé porque me impactó.

Son tres historias en tres regiones donde los niños pasan arduos trabajos para ir a estudiar: Una en la vereda Palo Blanco de Ituango (Antioquia), otra en la vereda Estación Pereira en Marsella (Risaralda), y la tercera en el corregimiento San Bernardo, zona rural de Ibagué.

En especial los caminos y campos minados son los más trágicos y dolorosos para nuestra niñez. Ya son cientos los niños y niñas que camino a su escuela han muerto destrozados o han quedado desmembrados. Hay rutas a escuelas, y escuelas mismas que han tenido que ser cerradas por estar sembradas o rodeadas de mina santi personas, qué digo: minas anti personitas.

Y añoro entonces el pasillo de José A. Morales: "Camino viejo de mi vereda / por donde tantas veces pasé / llevando al hombro la taleguera / con mis cuadernos y mi pizarra / rumbo a la escuela de doña Inés /…".

(Hoy, escribiendo esta nota, recuerdo esa niña -quizá 7 años- que me causa una infinita ternura y a la vez angustia. Cerca de las siete de la mañana se sube sola y silenciosa a la buseta que baja por el Ziruma, el cerro que separa a El Rodadero de Santa Marta. Su cabello peinado, aún mojado; uniforme de blusa blanca con falda larga a cuadros azules y negros; su morralito a la espalda.

Viene de abajo por un camino cuyo origen está tapado por los matorrales y que asciende de un barrio de invasión en Santa Marta. La veo sola parada en la curva esperando la buseta. Cuando la niña sube me alegra verla pero también me da inmensa tristeza su indefensión. Si la buseta no para porque ella no está me inquieto: ¿No podría ir hoy porque no tiene para el pasaje? ¿Le sucedería algo?).

Es Navidad. Los caminos que hoy deben recorrer los niños en Colombia no son el camino que lleva a Belén al Tamborilero y que va marcando con su viejo tambor. Son caminos de muerte y drama con cientos de Herodes merodeando más crueles que el de hace 2.013 años. Son caminos duros como Colombia.