La historia de la minifalda

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



¿Qué habría dicho el dueño del restaurante cercano a Bogotá, en cuyo parqueadero se cometió la violación que se comenta últimamente, si la afectada hubiera sido hija suya?, ¿lo mismo?, ¿que la joven prácticamente se lo había buscado?, y, en ese sentido, ¿que tal vez está bien abusar sexualmente de una mujer cuando está alicorada y viste una falda milimétrica, pues es dable presumir que ella lo "quería" y que hasta lo "necesitaba"? Seguramente no, porque así suelen pensar los que están acostumbrados a condenar a los demás basados en sus propios prejuicios, determinados a su vez por la que sería su conducta particular en circunstancias similares a las referidas. El hecho de que el dueño de ese restaurante "es-trato seis" -como se autoproclama-, sea un canalla, y lo sepa dentro de sí, no quiere decir en manera alguna que los motivos de los demás para actuar sean los que él cree, dictados por su pobre marco de referencia interno.

¿Que si yo conozco los motivos de las mujeres? Por supuesto que no. Pero algo que sí tengo claro es que el respeto a los demás debe darse incluso cuando no es explícitamente exigido: nunca se sabe lo que el otro vive, sus miedos y penas detrás de la fachada de felicidad, que bien puede ser cinismo, con que muchas veces se encubren las miserias de una existencia sin sentido. Tanto se repite esto.

Suponiendo que no se hubiera tratado de una violación, sino de una relación consentida -aunque decidida por el alcohol-, ¿por qué el beneficiario de los favores sexuales dejó tirada en el piso a la mujer que "felizmente" había accedido a irse con él a "estar solos" en el parqueadero? Fue precisamente esa la razón de alarma de las acompañantes -y después, del angustiado padre- de la afectada, pues su inconsciencia hacía pensar lo peor. ¿Por qué, si se trataba de algo de mutuo acuerdo, dejarla abandonada a su ya mala suerte? Jugando al criminólogo, para mí está muy claro que algo debió de temer el viril galán, que al final prefirió salir corriendo antes que permanecer al lado de quien se había relacionado tan íntimamente con él momentos antes, en la plena madrugada fría de la intemperie. Sí, está bien: la valentía no es el rasgo característico del prototípico cliente/parcero de Andrés-carne-de-res, comensal dador de buenas propinas y tal; sin embargo, lo cierto es que algo apestoso hay en la huida incriminadora. Estas vainas me recuerdan a la gente del caso Colmenares: son todos igualitos, hijos de la misma madre.

Las mujeres tienen la prerrogativa de vestirse como les dé la gana, y aún así conservan el derecho a no ser violadas. Parecerá una obviedad, pero hay que recordarlo, pues es claro que muchos todavía piensan que ello no tiene necesariamente que ser así. Además, una mujer puede estar borracha y coquetear, y mostrarse fácil, y hacer cosas que lo dejen bien claro, y aún así, seguir considerándose alguien digna de ser tratada como un ser humano. Uno debe tener en cuenta esto aunque también esté borracho, y, sobre todo, muy seguro de ser muy deseado, para tal vez no terminar por "llorar como mujer lo que no supo proteger como hombre"-como cuenta la leyenda morisca-, y sólo entonces, a las patadas del encierro, aprender bien lo que en el fondo puede llegar a significar el honor tanto para unos como para otros.