Una de las más feroces oposiciones que he observado en la política colombiana fue aquella que le hizo el periodista Lucas Caballero "Clin" al entonces presidente de la República Alfonso López Michelsen -q.e.p.d-. Fue una oposición mordaz con tintes volterianos pero repletos de una gracia intelectual y marcado humor.
En el aludido artículo "Clin" declara a los colombianos que cuando el "compañero primo" entro al palacio de San Carlos llevaba de la mano una perrita notablemente blanca pero, debido a los pecados del presidente Alfonso López Michelsen -q.e.p.d- terminó su mandato con la misma perrita convertida en dálmata por la cual la llamó Lara Gray en lugar de Lara, su nombre original.
Todos los colombianos sabemos que el artículo en cuestión fue la razón poderosa para que "Clin" saliera de El Tiempo.
Fue aquello un momento de risas, carcajadas, aplausos y de más manifestaciones de aprobación al artículo de "Clin". Allí se borró por un momento las mutuas recriminaciones entre uno y otro bando político. Esto hace la magia de los reproches con altura.
Lo que hoy sucede en el mundo de la política nacional, concretamente en el campo de la oposición es absurdo, burdo y notoriamente inaceptable, toda vez que solo las ofensas procaces, las acusaciones destempladas y las amenazas cruentas son la naturaleza de las provocaciones lanzadas por las diatribas elaboradas por sus artífices en las trincheras de la oposición.
Así las cosas es indiscutible el hecho de que el temperamento flemático, la paciencia manifiesta y la indiferencia aparente en determinadas cosas le ha ayudado a nuestro Presidente Juan Manuel Santos a sortear muchas cosas delicadas y ofensas serias a su favor. Seguir actuando con un desenfado que desconcierta ante los múltiples problemas que asedian al país en todos los frentes, es una virtud que pocos mandatarios tienen.
Ni el paro cafetero, que a todas luces sus amenazas son injustas, ni el paro camionero, ni el delicado levantamiento del Catatumbo, ni las amenazas de los lecheros y otras no menos incomodas situaciones sociales han logrado desbaratar el talante del señor Presidente de la República.
Tal vez la actitud beligerante, atrevida e irrespetuosa con la que se hace oposición en el actual gobierno, obedece al comportamiento psicológico del señor Presidente. Su política y filosofía para manejar los ataques destemplados y dardos venenosos en su contra tal vez es la razón que logra encender con más fuerza la naturaleza de los mismos.
Muchas veces el verse ignorado, echado a un lado o subestimado en sus concepciones políticas, sociales o económicas ante un gobierno, desequilibra y disminuye notablemente la fuerza del adversario.
Así lo hemos notado en muchos contendientes, quienes a fuerza de verse ignorados han bajado la potencia y asiduidad de sus ataques.
Imposible que el pueblo colombiano, en aras del manejo de la buena política, no sea capaz de reconocer que el señor presidente de la república "ad portas" de la finalización de su mandato ha sido un fino y altamente posicionado contradictor de sus contradictores. Es un hecho positivo e indiscutible que hay que abonarle a su hoja de vida.