Un mal chiste: la renovación política

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Ahora que es evidente que no podemos seguir haciendo más de lo que contribuyó al peor conflicto de América Latina, como lo registra el informe de Memoria Histórica, lo primero que tiene que cambiar radicalmente es el ejercicio de la política.

Todos los pecados cometidos por esta sociedad se expresan en esta actividad. Si se habla de paramilitarismo, pocas colectividades tan comprometidas como la conformada por líderes políticos, senadores representantes, concejales, gobernadores, etc., etc..Si se habla de corrupción, sucede lo mismo y por eso hay muchos "honorables" en la cárcel.

Si el tema es vínculos con el narcotráfico, todavía está pendiente la sanción a muchos senadores y representantes que se han beneficiado de bienes de la mafia o que recibieron su financiación.

Esta clase política ha participado directamente en las causas del conflicto tanto por alianzas perversas con actores armados, no solo con el paramilitarismo sino con la guerrilla, e indirectamente por no haber contribuido a resolver las causas del conflicto, como lo señala el informe de Memoria Histórica. Debates pobres, cargados de intereses personales y particulares, ignorancia de los reales problemas de la sociedad. Por fortuna hay excepciones que salvan un poco la cara al Congreso, pero son eso, excepciones.

No es esta clase política, no son estos partidos de hoy que han avalado a los políticos actuales, los que se requieren para el nuevo país que tenemos que construir entre todos. Y por eso la llamada renovación política o el revivir de los partidos que anuncia el Partido Liberal, no son más que un mal chiste. Los pecados son muchos pero uno de ellos es el delfinazgo.

Acabaron con las nuevas generaciones y por egoísmo, por contar con la anuencia de una sociedad excluyente como la colombiana, los verdaderos talentos quedan por fuera no solo del poder político que se maneja como si fuéramos una monarquía, sino de toda posibilidad de progresar.

Qué vergüenza de democracia y por eso lo primero que se debe hacer es acabar con este privilegio. No se trata de que los hijos de los hijos no tengan oportunidades, sino que se las merezcan aún más que cualquier otro colombiano.

Por cuenta de los delfines cuanta mediocridad ha tenido que soportar este país. Ministros mediocres, presidentes livianos, jefes políticos inmaduros. No hay derecho y por esto si algo tiene que cambiar es el liderazgo político que ha permitido el florecimiento del delfinazgo.

Qué bueno que Horacio Serpa vuelva al Congreso pero lo triste es que no esté acompañado o de nuevas caras que no sean esos delfines particulares como la hija del Vicepresidente que además juega en otras toldas, o de personas que llegaron por sus propios méritos pero que el Partido rechazó por obtuso, clientelismo y nepotista.

No solo se requieren nuevos partidos sino líderes menos prepotentes, menos endiosados, menos egoístas, que dejen pasar a otra gente y que no le pongan techo de cristal a las mujeres para que no compitan con ellos. La nueva etapa que debe empezar a construir Colombia para lograr la verdadera paz, debe ser dirigida por muchas mujeres, que son las únicas a quienes nadie les puede reprochar el haber sido malos Presidentes.

Chile, no necesariamente el menos machista de los países latinoamericanos, nos ha dejado tirados en la lona: dos mujeres valiosas compiten actualmente por la presidencia de ese país y aunque el triunfo de Michelle Bachelet está cantado, ya Evelyn Mattei encabeza la lista de presidenciables.