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Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Durante la última semana, antes de escribir este artículo, me encontraba un tanto preocupado porque pasaban las horas y no encontraba un tema que interesare a los colombianos. Un tema atractivo que no desmayara en el absurdo que bloquea el pensamiento de aquellos que decidimos opinar libremente acerca de los asuntos vergonzosos que recaen día tras día, sobre los hombros de la sufrida nación colombiana. 

A pesar de intentar varias veces escribir algo positivo que motivare la mente de los lectores de este prestigioso diario, solo textos cargados de nubarrones sombríos llegaban a mi mente.

Algo contrariado me pregunté: ¿será posible que los colombianos estemos tan acostumbrados a las malas noticias que ya no importa vivir condenados en un mundo de pesadillas y horror que nos aprisiona hasta el cansancio?

La verdad, no deseaba involucrarme nuevamente (por lo menos no por esta semana), con las situaciones vergonzosas que se tejen en torno del risible y corrupto proceso de paz que se cocina en La Habana, o con las acciones violentas y macabras de los asesinos de Colombia, sino mezclarme con eventos un poco más atractivos que iluminaren el panorama.

Pese a que algunos piensan que los triunfos deportivos son el maquillaje perfecto para esconder la triste realidad, fue precisamente por causa de la brillante actuación de un joven deportista, que deje de lado el mundo noticioso de violencia, guerra y corrupción que nos maltrata y me incliné por situaciones más esperanzadoras. Sí, gracias a la memorable actuación de Nairo Quintana en el centésimo Tour de Francia, dejé de lado los caprichos de Santos, Maduro, las Farc y Piedad Córdoba para transmitir un mensaje más optimista.

Los colombianos, como lo pudimos apreciar el pasado 20 de Julio, no necesitamos escuchar más pataletas de personas que nada bueno le ofrecen al país. La realidad indica que resultan ser más los que bendicen a Colombia que los que la maldicen.

Mientras aquellos buscan alimentar neciamente su ego enfermizo, los deportistas colombianos enfrentan valientemente, en todos los rincones de la tierra, miles de vicisitudes que se interponen entre ellos y la gloria.

El último de los grandes, Nairo Quintana, un joven ciclista boyacense que nos hizo recordar las gestas gloriosas de Condorito Corredor, Patrocinio Jiménez, Alfonso Flórez, Martín Ramírez, Pacho Rodríguez, Fabio Parra y el gran Lucho Herrera, entre otros.

Con estos héroes, y muchos más que se forjan en las polvorientas calles de los pueblos de mi querida Colombia, es suficiente. Aquellos que no quiero mencionar, la verdad no hacen falta, que se queden en Caracas o La Habana porque aquí solo mal hacen.

Nairo Quintana nos transportó mágicamente a los días gloriosos de los escarabajos colombianos. Aquellos años maravillosos cuando atendíamos la clase de matemáticas o química con un oído y con el otro, escuchábamos la transmisión de la veintena de etapas del Tour de Francia. Si tuviese que escoger, seguramente escogería a los verdaderos héroes de Colombia y no a los corruptos que desangran el país.

Para terminar, mis mejores deseos a los deportistas de Colombia, en especial a Nairo Quintana y Rigoberto Urán. Y como dicen en La France: "Merci beaucoup Monsieur Nairo".