Antitécnica del golpe de Estado

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



El irrespeto al valiente pueblo venezolano no cesa: se ha vuelto el deporte de los sátrapas del mundo (sobre todo de los de Colombia) desconocer el derecho a la autodeterminación de los herederos de Bolívar.

No les importa a los descarados fascistas que la democracia haya hablado claro y que, como se preveía, el proyecto político de Hugo Chávez todavía esté por encima de las pasiones destructivas de los que niegan la realidad social de nuestras gentes.

Es vergonzoso ver cómo pululan por todo el mundo las hipocresías de las derechas desesperadas por haber perdido en tierra chavista, tratando de influir en causa propia donde no tienen por qué hacerlo, a veces con la excusita de los derechos humanos globalizados y demás pajarilla, que lo que busca en últimas es legitimar la hegemonía del intervencionismo -humanitario, para proteger, etc.- de la llamada "comunidad internacional" (que no es comunidad, ni es internacional: piénsese en el porqué) para que así los grandes puedan medrar a través de los recursos naturales, los mercados, y la fuerza de trabajo de los chicos.

Pero se quedaron con las ganas, y lo celebro. Especialmente me produce mucho placer ver a los colombianos que morían por Capriles retorcerse de la amargura porque el chofer de metrobús les ganó también ahora -pesadilla sin fin: todo vuelve a empezar-, como antes les había ganado hasta la saciedad aquel desconocido venido de ninguna parte.

Aun en el evento de que yo no compartiera las ideas chavistas de distribución de la riqueza y empoderamiento social, estaría igualmente molesto con la violencia nacional y foránea que se ejerce contra los venezolanos pobres, a quienes, con las dudas sembradas sobre el valor de su elección, se les envía una y otra vez el venenoso mensaje de que su voto, por ser ellos lo que son, no vale lo mismo que el de los adinerados locales -letrados o no-, quienes son los dueños materiales del país -legalmente o no-, y que hoy añoran uno de esos golpes militares de antaño "que arregle toda esta vaina de una buena vez, como en Colombia". (Aunque en Colombia, recordemos, no se requiere recurrir al terrorismo militar para que uno de los poderes públicos -o privados- se imponga a los otros dos-o a los que sean-: en la democracia más vieja del continente todo se hace debidamente, leguleyamente: cambiando articulitos y ya).

Quisiera saber de otros casos de la historia en los que una democracia haya tenido que justificarse tanto y tantas veces, ante tal cantidad de actores de todas partes. Pues lo que se sabe hoy a ciencia cierta es que Venezuela posee uno de los sistemas de votación más seguros del mundo contra el fraude, que la participación ciudadana es inmensa en porcentajes poblacionales, y sobre todo, que los electores poseen una elevada cultura política que les permite decidir fundadamente, en uno u otro sentido.

Y esto, ¿de dónde viene?, ¿de las épocas del bipartidismo, o es herencia de su Carlos Andrés? No, es un producto constitucional garantizado por el propio Estado bolivariano al que quieren desestabilizar. Por eso habría que advertir a los gringos, y a sus golpistas, que el golpe de Estado en Venezuela no va a funcionar tampoco ésta vez -como sí lo hizo en Honduras y Paraguay-; y que, si lo que quieren es tumbar a Maduro van a tener que repasar los conceptos de Mala parte a ver si entienden que las consecuencias políticas de un acto de fuerza como ése sólo devienen en socialmente aceptadas, y se vuelven fuente de derecho, cuando el propio pueblo así lo decide a través de una cómplice neutralidad. Pero si esto no es así, cuidado. ¿Por qué no se animan y se atreven a averiguar si realmente la gente -la mayoría de la gente, que es roja y brava- sería apenas neutral ante su intentona?