Francisco, el Papa alternativo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

César Serpa Vega

César Serpa Vega

Columna: Opinión

e-mail: cesarserpavega@yahoo.com



Definitivamente las cuestiones de Dios suceden justo cuando tienen que pasar y no antes; como cuando una terrible catástrofe natural o humana nos muestra señales de dolorosos cambios. Una vez más, hemos sido testigos en vivo y en directo -en tiempo real como se dice ahora-, de otra de esas señales que parecen premonitorias, aunque en este caso parece tratarse de una señal positiva.

La elección del nuevo Papa era supremamente necesaria y sumamente oportuna. La Iglesia católica necesitaba una urgente y refrescante renovación, después de la polémica e inesperada salida del Papa emérito Benedicto XVI (emérito es el título otorgado a aquellos funcionarios que renuncian, pero que siguen teniendo algunos beneficios como reconocimiento a su labor).

A pesar que los actos religiosos se consideran actos de fe irrefutable e indiscutible, muchas fueron las dudas que surgieron en torno a esa renuncia, sobretodo después del discurso de despedida en donde dejó entrever un momento difícil para la iglesia, con algunas divisiones internas.

La elección del nuevo Papa fue atípica y alternativa desde el mismo cónclave. Sólo dos jornadas de votaciones fueron suficientes para designar al nuevo jerarca de la Iglesia católica, lo que dejó ver un fuerte consenso y entendimiento entre los cardenales sufragantes. El resultado fue la elección del cardenal Bergoglio, quien de inmediato escogió el nombre de Francisco, en directo homenaje a San Francisco de Asís, "el santo de la pobreza y de la paz", como le dijo a los periodistas internacionales, a lo que remató: "¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!", sus palabras dejan claro su pensamiento.

Elegir el nombre de Francisco implica una enorme responsabilidad ya que se trata de hacer honor al santo que el mundo entero -tanto creyentes, como ateos-, relacionan con la representación de la humildad, austeridad y la pobreza hecho hombre. Vale la pena recordar que San Francisco de Asís fue aquel italiano hijo de un rico comerciante de esa época, que renunció a su vida de comodidades materiales, para entregarse al llamado de Dios, asumiendo en adelante una vida extremadamente austera y pobre, dedicada totalmente a las escrituras bíblicas. Esa decisión es una muestra de un fuerte convencimiento sobre el camino escogido y es a la vez un ejemplo de convicciones muy firmes, protegidas y transmitidas por medio de la orden franciscana que fundó, y que después se convirtió en un referente de humildad para la humanidad.

El papa Francisco rompe varios paradigmas tradicionales de la iglesia católica. Apuesta por algo casi insólito al mostrarle al mundo el que debería ser el comportamiento de la iglesia católica actual como modelo de conducta de miles de millones de seres humanos: la humildad, la sencillez y la austeridad como opción de vida. En medio de un mundo degradado por valores cada vez más negativos e individualistas, comportarse de forma sencilla y sin excesos, por medio de ejemplos y actos contundentes, es algo casi heroico y valiente.

A pesar que Jesucristo fue claro al decir: "déjalo todo y sígueme", tal parece que en el Vaticano no han seguido esta enseñanza al pie de la letra. La innegable e inocultable opulencia y abundancia en las que viven, algunas veces hacen ver incoherente el mensaje divino, a pesar de sus buenas intenciones y acciones diarias. Este es otro hecho real que es aceptado por medio de actos de fe, pero que no deja de espantar fieles.

El Papa Francisco ha tenido claro el mensaje de austeridad, sencillez y pobreza que dejó Jesucristo en las escrituras y así lo ha interiorizado y practicado en su vida personal. Todos los medios comentan y realzan su estilo de vida austero y sencillo, el cual ha sido motivo de admiración por parte de sus compañeros de clero y por sus conocidos.

Era de esperarse entonces que ese mismo estilo de vida fuera trasladado y adaptado a su nuevo papado, ante la mirada sorprendida y alegre de las millones de personas que presenciaron la posesión tanto de forma presencial, como virtual en los medios de comunicación y por las poderosas redes sociales.

La elección y posesión del Papa Francisco es una señal positiva ante el mundo católico y laico -la pobreza es un tema sin discriminación-, por parte de los cardenales quienes entendieron desde un principio cuales eran las prioridades de la Iglesia en este momento, lo cual fue ratificado con la rápida votación efectuada. El mundo actual está plagado de injusticias y desigualdades cada vez más drásticas y dolorosas.

El sufrimiento de los millones de excluidos del sistema socio-económico mundial contrasta de forma deprimente con la opulencia de unos cuantos miles de favorecidos. Esta situación es reflejada tristemente por muchas instituciones de poder, entre las cuales se encuentra el Vaticano, cuya misión de aliviar las penurias de los creyentes se desvirtúa al ver las impresionantes comodidades desde las cuales emiten sus discursos.

El mensaje de Dios y su hijo Jesucristo no contemplaba esa institución oligárquica y poderosa que el mismo Papa Francisco critica de forma implícita con sus discursos y estilo de vida propio. Tal vez el mensaje del nuevo Papa trascenderá su misión religiosa -tal y como el Papa Juan Pablo II-, para convertirse en un detonante de necesarias y urgentes transformaciones políticas sobre la forma en que vivimos actualmente como sociedad.