El café: la culpa que todos se niegan a asumir

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Escrito por:

Andrés Londoño Botero

Andrés Londoño Botero

Columna: Bitácora del primer y cuarto cuadrante

e-mail: a.londono134@uniandes.edu.co



Eran las décadas de los 70 y 80, la clase cafetera gozaba de una bonanza promovida por los altos precios internacionales del grano. La Federación Nacional y los comités de cafeteros deciden instaurar un fondo de ahorro para poder asegurar el precio del grano en épocas turbulentas. Quienes decidieron implementar esa medida poseían el monopolio sobre la comercialización del grano en el país.

El fondo de ahorro de los cafeteros fue usado para costear situaciones económicas desfavorables para Colombia, financiar algunos gastos del gobierno central, así como para sostener un precio ficticio del café. Los dineros, administrados por la Federación, se agotaron en el año 2000, fue entonces que el precio interno del café pasó a depender del precio que se cotizaba en los mercados internacionales.

Cuando en 1989 los países productores de café deciden poner fin al sistema de cuotas, por medio del cual cada nación productora era dueña de una porción fija del mercado, el precio del grano cayó significativamente. No obstante, el precio interno en Colombia fue superior al precio promedio mundial. A partir de 1992 la producción de café en Colombia empiezo a disminuir paulatinamente, llegando a menos de diez millones de sacos en el 2009.

Mientras en Colombia la producción caía vertiginosamente, lo demás países productores veían crecer los volúmenes de sacos extraídos de sus cafetales. En nuestro país, la mayoría de los 550mil cafeteros no poseen grandes extensiones de tierras, De hecho sólo 2000 productores tienen más de 20 hectáreas y sólo 500 más de 50. No obstante, el mercado del grano ha estado inmerso en un monopolio de comercialización.

Con un mercado interno poco abierto a la innovación y a la productividad, debido al precio ficticio auspiciado por el monopolista, fue perdiendo terreno frente a sus competidores. Cuando la Rolla comenzó a hacer estragos en otros países, fue pobre el plan de contingencia que adelantó la Federación para hacerle frente a esta plaga.

El sector cafetero en Colombia se volvió perezoso. Sin incentivos para producir más sacos por hectárea, debido al colchón que les aseguraba un precio alto, y con un mercado reprimido por la poca exposición a la libre competencia.

Hoy, quienes quieren menudear uno cuantos votos en las regiones cafeteras, hacen culpable de la crisis al precio del dólar y del grano. El dólar se ha depreciado en la mayoría de las economías debido a la agresiva política de expansión monetaria emprendida por Estados Unidos. Si el precio del grano fuese un agravante de la crisis, los demás países productores estarían subsidiándoles el precio a sus caficultoras, pero resulta que sólo Colombia lo está haciendo.

¿Por qué las demás naciones productoras no están viviendo la misma crisis que nosotros? Mientras en Colombia una hectárea de café produce 8.5 sacos de 60 kilos, Guatemala y Costa Rica producen aproximadamente 16 y Brasil alrededor de 21. Ni el gobierno, ni Robledo, ni Uribe se atreven a proponer soluciones al problema de fondo.

Todos han convergido en una solución que llevó al sector a la crisis, y que lo único que va a lograr es postergar los efectos a largo plazo de la poca productividad de los cafetales. Curiosamente Robledo alega que por estos días es costoso producir café, sin ahondar mucho en el salario de los recolectores.

Cada vez que el salario mínimo crece por encima de la productividad del trabajo se hace más costoso producir. Sólo esperen a que sea Noviembre para verlo argumentar que la remuneración mínima a los trabajadores debe crecer por encima del 10%.