El día mundial del turismo en un distrito turístico

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Escrito por:

Alberto Carvajalino Slaghekke

Alberto Carvajalino Slaghekke

Columna: El Arpa y la Sombra

e-mail: alberto.carvajalino@gmail.com



El 27 de septiembre se ha fijado como el Día mundial del turismo. Es un buen pretexto para señalar algunos aspectos que necesitan ser debatidos para reorientar la comprensión de lo que significa ser un destino turístico con una plataforma de servicios competitivos y sostenibles en el tiempo.

El mercado del turismo no es un negocio de poca monta, sus dimensiones son realmente importantes.

De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo, hoy se movilizan cerca de mil millones de viajeros, los cuales gastan alrededor de 900 mil millones de dólares en sus estadías, lo cual representa cerca del 11% de las exportaciones mundiales. Dicho gasto se ha duplicado entre la década de los 90 y la actual al pasar de 390 dólares a 950.Su impacto a nivel de generación de puestos de trabajo es realmente notable.

De acuerdo con el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (Wttc), se estima que aproximadamente 238 millones de puestos de trabajo -es decir, el 8,4 por ciento del empleo total mundial- corresponden al sector del turismo (esto representa 1 de cada 11,9 empleos en el mundo); y la contribución -directa e indirecta- de esa actividad al producto interno bruto mundial crecerá de 9,9 por ciento en la actualidad a 10,5 por ciento en el 2018.

El turismo como se puede apreciar es una actividad económica poderosa. En Colombia esta tendencia es igualmente importante. Hoy los ingresos que se infieren puede generar esta actividad y la convierten en objeto de política económica.

Pero el turismo como actividad económica es más que un ejercicio de sumas y restas, sus impactos son multidimensionales y requiere de miradas múltiples para que su explotación se irrigue realmente en la sociedad, esta es una de ellas.

Los destinos turísticos potenciales se enfrentan a un desafío complejo: deben tener la capacidad de conjugar las expectativas del imaginario de los turistas con la real capacidad de satisfacción a esa expectativa de los viajeros. Entre más amplia la brecha, más difícil se tornará la sostenibilidad de los negocios.

Un destino como Santa Marta, que configura su competitividad en torno a un paisaje de naturaleza como atractivo medular, no puede caer en la simplicidad de decisiones coyunturales que rijan el turismo como si se tratase de una actividad cíclica.

En nuestra anterior columna mencionábamos como en las islas Maldivas los principios de explotación turística implementados han provocado ingresos importantes a través del uso inteligente y eficiente de su entorno, de este tipo de experiencia Santa Marta debe aprender.

Si hiciésemos un ejercicio conjunto de prospectiva y nos visualizáramos dentro de 30 años y deseáramos que la Sierra Nevada y el complejo costero que se posee, constituyesen los atractivos paisajísticos centrales de la oferta, la decisión que debe tomar Santa Marta es si continua explotando dichos bienes comunes a través de una política que genere un turismo de masas o una masa de turistas.

Para un destino turístico cuya materia prima es su paisaje de naturaleza, dicha decisión es absolutamente trascendental si se coloca en perspectiva la sostenibilidad del negocio turístico soportado sobre la conservación del paisaje y su contenido.

Observe que utilizamos la palabra conservación. El logro de lo anterior requiere de una consonancia entre los planes de ordenamiento territorial, la normatividad que la regula y protege y una clara estrategia de empoderamiento de la sociedad con respecto a su corresponsabilidad con la conservación de los ecosistemas, paisajes y por extensión con la actividad turística.

 La evidencia nos indica que los gobiernos locales han fracasado en su obligación de preservar el entorno. La degradación de los ecosistemas es una denuncia manifiesta a su inoperancia en ese sentido. Ello obliga a la construcción de una agenda colectiva donde se articule una estrategia de conservación en la que actúen Gobierno, gremios, instituciones y universidad.

Es imperativo avanzar en ese aspecto. El turismo explotado como vocación social de un colectivo, puede generar la reingeniería transformadora más importante de la región en su historia, ya que tiene la capacidad de posibilitar el acceso a niveles superiores de bienestar a segmentos muy importantes de la población.

Las cifras que genera hoy a nivel mundial el turismo nos dicen que es una actividad económica en la cual podemos configurar ventajas comparativas y competitivas importantes y acceder a un mercado que posibilita ingresos de manera continua.

El punto sensible del proceso se centra en la definición del balance entre la conservación de ese paisaje que es un bien común, porque pertenece a toda la sociedad, los balances de los inversionistas y la sostenibilidad de los negocios que son las herramientas transformadoras de una realidad social.

Los acuerdos sociales para definir el método existen, lo que debemos descubrir es la real dimensión de nuestra civilidad para asegurar el disfrute de esta naturaleza que nos ha sido dada sin costo alguno, a los que aún no han nacido.