El traquetismo mental

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Escrito por:

Juan Echeverry Nicolella

Juan Echeverry Nicolella

Columna: Purgatorio

e-mail: juanecheverry@hotmail.com

Twitter: @JPEcheverry



Hace unas semanas esperaba que un carro desocupara un lugar en un parqueadero totalmente lleno. Mientras tanto permanecía en el mío cuando de repente apareció de la nada una camioneta y se hizo dueña del lugar de manera intimidante. Sentí que de nada había servido hacer lo correcto.

A los pocos días en la carretera que conduce de Santa Marta a Barranquilla esperaba en un trancón debido a una protesta en un pueblo cercano. La impaciencia todavía no colmaba los ánimos cuando una fila de kilómetros de carros empezó a sobrepasarnos en contravía sin dejar lugar a los que venían. Gracias a la viveza de aquellos compatriotas, se formó tremendo berenjenal.

En aquellas dos ocasiones pude sentir con dolor la doble moral de algunos colombianos que, por las situaciones a las que nos conduce permanentemente, es peor que la corrupción, el narcotráfico y la misma inseguridad. Más claro aún, es la madre de todas las anteriores.

Esa doble moral es también la clave para que Colombia sea un país de traquetos. No sólo de los que negocian con droga, sino de traquetos mentales.

A los colombianos nos gusta lo fácil: encontrar el parqueadero sin esperar, volarnos a los demás, cosechar sin haber sembrado. Nos gusta todo lo que nos llega sin trabajar.

Y lo peor no es que nos gusten esas cosas, sino que nos hacemos los dignos: nos avergonzamos en público por todo lo que hacemos en privado.

Siempre ensuciamos nuestras playas, pero nos parece horroroso que hagan un complejo turístico en el Tayrona. ¡Oh, tremenda afrenta a la patria!

Nos parece un atentado a nuestra dignidad nacional que se importen sombreros vueltiaos chinos. Pero los que pueden nunca han comprado un vueltiao original. Ni en el carnaval de Barranquilla.

Tampoco tenemos claro la ruta de acción para el supuesto "mejor país que queremos". Pretendemos el libre mercado y firmamos TLC`s, pero nos aterra cuando llegan las empresas extranjeras. Nuestra lógica simple me recuerda aquel adagio popular: "el que no sabe para dónde va, cualquier bus le sirve".

Sin embargo, estamos a tiempo de cortar la cadena de incongruencias. Un poco más de coherencia entre nuestras acciones y principios nos permitirá enseñarles a nuestros hijos las diferencias entre el bien y el mal. Sin más relativismo. Aquellas enseñanzas que se perdieron desde nuestros abuelos es necesario rescatarlas para el bien de las futuras generaciones.

¿Nos tocará revivir también la urbanidad de Carreño?

Ñapa: Me perdonarán por mi tono los colombianos decentes que escuché que son como las brujas (de que las hay, las hay). Felicitaciones a ellos y a todos aquellos que trabajan para sacar este país adelante. Los necesitamos. Pero a veces es necesario recordar algunas verdades a ver si reaccionamos como país, como familias y finalmente como personas.