Flora Tristán no tuvo Paraíso

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



En mis Acotaciones de hace dos semanas me referí a la pintora Emma Reyes y a la forma como esta colombiana pudo superar los innumerables obstáculos que desde la infancia encontró a su paso. Me llamó la atención su correspondencia epistolar con el historiador Germán Arciniegas y me interesé en conocer su tránsito desde una condición de indigencia hasta convertirse en pintora de renombre internacional y en auxiliadora de artistas famosos que de Sudamérica llegaban a París.

Pues, como una cosa lleva a la otra, su obra me abrió las puertas para indagar por Flora Tristán, a quien Arciniegas compara con la pintora bogotana, puesto que ambas tuvieron que cabalgar, con sus respectivas adversidades, sobre potros de incomprensión, discriminación y menosprecio a lo largo de sus vidas.

Si hubiese escogido un camino diferente al que traza Mario Vargas Llosa en su obra 'El Paraíso en la otra esquina', mi reseña sobre Flora Tristán sería diferente a la que hoy consigno es estas líneas. Y ello es así porque el escritor peruano no solo retrata a Flora Tristán sino también al nieto de ella, Paul Gauguin, pintor francés que se apartó del mundo occidental para convivir con los nativos de Tahití. Es pues una elección difícil dejar a Gauguin para hablar de su abuela revolucionaria.

También surge la tentación, al leer 'El Paraíso en la otra esquina', de comentar la técnica empleada por el autor para desarrollar esta novela. Pero como es preciso cumplir con lo anunciado, sacaré a flote la imagen de Flora, a despecho de los aciertos que en el aspecto literario ofrece la narración de Vargas Llosa.

Flora Celestina Teresa Enriqueta Tristán Moscoso nació en París el 7 de abril de 1803. Su padre, Mariano Tristán y Moscoso, era peruano y servía en los ejércitos del rey de España. Su madre, Anne-Pierre Laisnay, era francesa. Como el matrimonio de ambos nunca se oficializó, Flora fue considerada por todos como hija bastarda, y ella misma se llamó "paria".

Con expresa intención, más tarde, en 1837, Flora escribiría su famoso libro 'Peregrinaciones de una paria'. Cuando don Mariano murió Flora tenía cuatro años y, con su madre, debió abandonar la lujosa propiedad donde vivían en París; todos los bienes del padre pasaron a sus familiares en el Perú. En ese momento comienza la tragedia de la futura luchadora social. A los dieciocho años, cuando trabajaba como colorista en un taller de grabado, se casó con el dueño del mismo, André Chazal.

Este matrimonio fue un desastre. Flora comprendió que no tendría vida propia ni libertad; sin embargo tuvo tres hijos en cuatro años, hasta cuando decidió cargar con ellos y abandonar el hogar. Hizo un viaje al Perú y logró llegar a casa de sus tíos paternos, aunque no consiguió que la reconocieran como hija legítima de don Mariano Tristán.

Al regresar a Francia emprendió una actividad frenética, exponiendo en talleres de artesanos y en fábricas sus ideas, reforzadas por las vivencias que había tenido en Londres, donde vio niños de pocos años trabajando en jornadas de catorce horas y muchachas adolescentes en los burdeles de lujo obligadas a embriagarse hasta vomitar y caer exánimes, con el solo fin de divertir a los ricos.

A pesar de la bala que no pudo ser extirpada de su pecho, producto de un intento de asesinato de su marido Chazal, Flora Tristán recorrió todo el interior de Francia pregonando la idea de que "solo una gran unión internacional de los trabajadores de todo el mundo tendría la fuerza necesaria para poner fin al sistema presente e inaugurar una nueva era de justicia e igualdad sobre la tierra". Flora Tristán murió el 14 de noviembre de 1844. Tenía apenas cuarenta y un años.

Antes de concluir este artículo recomiendo la lectura de 'El Paraíso en la otra esquina', donde el autor dialoga, interrumpe, aconseja y se convierte en compañero permanente de los dos personajes centrales: Flora Tristán y Paul Gauguin.