Los buenos amigos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Dulce Hernández

Jesús Dulce Hernández

Columna: Anaquel

e-mail: ja.dulce@gmail.com



Amigos hay de toda clase: buenos, malos, hipócritas, sinceros, cultos, legos, aburridos, parranderos, en fin, amigos de todas formas. Sin embargo, hay unos que superan todos esos sobresaltos de la amistad y pasan a un plano puro, casi catártico, en el que el silencio determina las virtudes del otro.

Imagínense ustedes un amigo al que puedan callar cuando sus palabras sean aburridas; un amigo frente al cual se pueda mostrar, sin pena alguna, nuestra cara de inconformidad por lo que acaba de decir; del que uno pueda reírse sólo en los momentos en los que realmente lo merece y no por agraciarnos con él; con el que sintamos que sus pensamientos nos llevan al encuentro de la verdad y, además, que pueda estar eternamente con nosotros.

Pues bien, de ese tipo de amigos, que no son otros que los buenos libros, nos habla Marcel Proust en un corto pero sustancioso texto titulado "Sobre la lectura". Proust, conocido mundialmente por su obra "En búsqueda del tiempo perdido", publicó por primera vez estas reflexiones en el año de 1905, como un prólogo a la traducción de las conferencias de John Ruskin llamadas "Sésamo y Lirios".

"Sobre la Lectura" es una muestra anticipada de la prosa fenomenal que el escritor francés plasmaría años más tarde en su obra cumbre. Es una invitación a comprender el uso "limitado pero insustituible" de los libros en nuestras vidas y de descubrir la manera en que la lectura, pese a que puede introducirnos en la vida espiritual, no la constituye.

Es muy común toparse con gente que se considera a sí misma "ilustrada", que engaña a los menos estructurados con citas y referencias a autores famosos, de cuyas obras sólo conocen una fotografía con mala resolución, carente de detalles.

Esos mismos "ilustrados" son aquellos que, como diría Proust, se han convertido en un germen de muerte, falto de originalidad, incapaces de producir cualquier actividad creadora. La verdadera lectura consiste en saber extraer de los textos las rutas de pensamiento de unas mentes que, vivas o muertas, se han convertido en nuestros mejores amigos.

Así las cosas, con los libros puede uno hacerse amigo de personajes como Stendhal, Schopenhauer, Virgilio, o el mismo Proust, a la vez que puede enemistarse con otros como Paulo Coelho, Walter Riso o Deepak Chopra. Existen además otros amigos, quienes parecen haber aproximado más a la verdad a un buen porcentaje de la población mundial, entre los que se encuentran la Biblia, el Corán, la Torah o el Rig-Veda.

Como la sociedad que nos rodea, la sociedad de los libros nos ha sido legada para que en ella sepamos elegir muy bien nuestras amistades. Hay unas que convienen, otras que no, pero, a diferencia de las humanas, con los libros podremos siempre despreciar, sin vergüenza alguna, a alguien que tenga mal aliento. En ese caso, no nos remordería en absoluto la conciencia por el hecho de encerrarlo en los anaqueles o, en el mejor de los casos, echarlo a la basura.