Embarazo y deserción escolar (3)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



¿Por qué un significativo porcentaje de niños, niñas y jóvenes no acuden o desertan de la escuela? En la pasada columna escribí que las precarias condiciones socio-económicas de muchas familias eran un factor determinante en la no matriculación o en la deserción/exclusión de los niños, niñas y jóvenes porque los convoca a la búsqueda desesperada de recursos económicos para poder subsistir.

La deserción escolar corresponde a un abandono temporal o definitivo de los estudios formales: primaria, secundaria o universitaria. En Colombia la deserción tiende a ocurrir con mayor frecuencia de los 10 años en adelante, edad en que algunos niños y niñas comienzan a trabajar. Dicho de manera más simple: la pobreza y la marginalidad son causas importantes en el abandono de la educación en países como Colombia.

La incidencia del embarazo prematuro (maternidad/paternidad) también juega un papel preponderante en la triste historia del abandono de la escuela.

Entre menor es el grado de escolaridad alcanzado en el momento del embarazo (entre los 12-15 años), mayor es la posibilidad de deserción del sistema educativo. Las madres o padres que por causa de un embarazo (maternidad/paternidad) abandonan las aulas escolares entran a lo que algunos llaman el síndrome del fracaso o la puerta de entrada a la pobreza. Todo por no usar condones o las píldoras del día después. Algo falla terriblemente en las escuelas que deseducan a los y las jóvenes en el entendimiento de su sexualidad.

Ya he dicho que al interrumpirse el proyecto de vida educativo surge la necesidad de ingresar prematuramente al mercado laboral en unas condiciones altamente desmejoradas. Además, las censuras social y familiar sobre la joven se hacen evidentes.

Alrededor del 22% de los nacimientos en Colombia corresponden a madres entre los 15 y 19 años. Se me ocurre decir que buena parte de la responsabilidad de los embarazos prematuros en nuestras jóvenes recae sobre la propia escuela. La mal llamada educación sexual (prefiero decir sexualidad humana) ha estado preferentemente en manos de quienes proceden bajo una mirada pudibunda y moralista sobre el tema.

Religiozar un tema vital para los niños, niñas y jóvenes es uno de los más graves traspiés en la educación. Es totalmente contrario al sentido que debe tener la educación. Lo que se enseña sobre este tema en muchos de nuestros establecimientos escolares no dista mucho de lo que conocen algunos padres analfabetos. No se educa para que precisamente los jóvenes sean responsables en el uso de su sexualidad.

En una ocasión, siendo Secretario de Educación de Ciénaga, fui invitado por la administración de una institución educativa a un foro sobre el escabroso tema del aborto y tuve que decir, contra viento y marea, que cada vez que una joven estudiante quedaba embarazada de manera indeseable o irresponsable, un profesor o una profesora debería sentirse aludido(a).

Si a los jóvenes estudiantes no se les enseña la sexualidad humana como un hecho natural (biológico/cultural) y además, los diferentes mecanismos científicos de prevención del embarazo y de enfermedades sexuales, se torna inadmisible que culpabilicemos a los mismos jóvenes de sus tormentos; sería como echarle la culpa al muerto porque se le atravesó a la bala.

En dicho escenario escolar, por ejemplo, tuve la oportunidad de preguntar a los estudiantes si en su institución educativa les enseñaban el uso del condón o de la "pastilla del día siguiente" y la respuesta fue un unánime "¡no!"... En este caso, los maestros, quienes debiendo enseñar no lo hacen, deberían cargar sobres sus espaldas parte de la responsabilidad de una de las razones más significativas de abandono de la educación.

Pero no ocurre así. Todos se sienten libres de pecado. Es bien cierto que nadie se muere resultado de una mala educación, pero sí lo "enferma" para toda la vida. Y este es uno de los casos más patéticos: el de la educación sexual o la enseñanza de la sexualidad humana. Allí donde los lugares están repletos de jóvenes apasionados, no existe siquiera un dispensador de condones.

Y que no se crea que la crítica es solo aplicable a la básica secundaria y media; las universidades asumen el mismo mundo de ignorancia con natural hipocresía.