El doble juego

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Me parece que el Presidente se está creyendo mucho eso de que es un jugador de póquer, frío y calculador, impasible, que se las sabe todas, y que es más astuto que los demás políticos colombianos del nivel nacional. Al hombre se le ha subido esta idea a la cabeza, tanto, que ya cree que tanto los de su derecha "traicionada", como los de la izquierda "reivindicada", son estúpidos. O por lo menos que, unos y otros, son más estúpidos que él.

Pues el tiro le ha salido por la culata esta vez al avispado Santos, quien, intentando hacer equilibrismo, ahora ha querido aprovechar, para ganar puntos, la gran oportunidad de la confirmación de la condena al insigne salvador de la democracia, Plazas, Luis, y la conminación que en buena hora se le ha hecho a la jurisdicción penal internacional para que el poeta "conservador de izquierdas", el ofendido expresidente Belisario Betancourt, sea juzgado de una vez por todas por lo que dejó de hacer, y sobre todo, por lo que todos los que vimos por televisión ese desastre, esa abominación (un tanque de guerra violentando el palacio de la razón humana), sabemos que dejó hacer, siendo, como era, el presidente de la República, es decir, el individuo que los colombianos eligieron precisamente para evitar esas cosas.

Digo lo anterior porque luce muy claro ante mis ojos que lo de criticar las decisiones judiciales referidas Santos lo ha hecho a plena conciencia: sabía que se iba a armar el escándalo por meterse con el Poder Judicial siendo él el titular del poder moderador del Estado, pero luego de sopesar consecuencias y posibles beneficios, decidió jugársela (porque hombre arriesgado sí es) por la reconciliación con la derecha, con el estamento castrense y militarista, con la gendarmería que anda rabiosa echando baba espumosa por eso de que el caudillo que eligieron haya hablado durante año y medio de víctimas y tierras y restitución, y demás discursos bolcheviques que solo merecerían, para esos respetabilísimos sectores, poco y bala. Pensó que quitar un poquito de acá para poner allá no sería la gran cosa, y que, por el contrario, dejaría en claro que él es el gran estadista que a todos da contentillo, y lo mejor, que lo hace sin que nadie se dé cuenta, como debe ser.

Pero la cosa no funcionó. La idea era criticar unas determinaciones que a muchos parecen de izquierda (cuando en realidad es simple justicia: tan embrutecidos estamos en este país que lo justo ya nos parece tan extraño) para congraciarse con la derecha, confiando en que, con lo hecho hasta el momento en materia de tierras, la opinión pública ya estaría comprada, y que él ya debía de aparecer como el Robin Hood colombiano de la época, como "el traidor de su clase", etc. Yo diría que ese es uno de los problemas de no tener convicciones en la vida: medir a los demás con el rasero superficial con que uno mismo se mide: Juan Manuel Santos ha creído que a la gente se le engaña con un dulce, y que el mundo se olvida del pasado fácilmente. Sin embargo, para su sorpresa, los colombianos no le caminaron, pues ya no quieren olvidar tan fácilmente, y desean saber cada vez más quién es quién. La gente reconoció en esa vulgar crítica al trabajo de los jueces y magistrados la pezuña del traidor. El pueblo se ha visto estafado de nuevo, y el Presidente ha perdido mucho de lo que había logrado desde que asumió su cargo, lleno de ilegitimidad, después de ganar unas elecciones dudosas, lamentablemente olvidadas.

Después de todo, esta es la política en Colombia, dirán algunos. Por mi parte, no creo que la política grande pueda hacerse así, sin pagar las consecuencias. Ojalá no me equivoque y no sea que también se olvide con rapidez este doble juego que, en términos de resultados sociales duraderos, poco le aporta a ese pueblo maleable en su vulnerabilidad, sin instrumentos para defenderse e instrumento él mismo de los que hacen el espectáculo impunemente.