Aniversarios y conmemoraciones

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Aún recuerdo con dolor en el alma la noticia del vil asesinato de don Guillermo Cano. Hacía poco anochecía ese 17 de diciembre de 1986 cuando fui sorprendido por el extra de última hora que emitía la radio; según el locutor, todo indicaba que era obra del tenebroso cartel de Medellín, como en efecto se confirmó después. Me negaba a creer la veracidad de lo que oía, también con ineludible interés.

Recordaba las noticias de tiempos anteriores que pregonaron los asesinatos cometidos por esa organización criminal del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla; del procurador Carlos Mauro Hoyos y muchos altos funcionarios del Estado, del atentado en Budapest al embajador Enrique Parejo, exministro de justicia, del exterminio de la UP y de numerosos atentados terroristas contra funcionarios y población civil inocente, además algunos fallidos y de otros posteriores que marcarían la historia reciente de Colombia.

Si el común de la gente parece haber olvidado esta negra época de la historia nacional, en la conciencia de muchos que recuerdan este trágico lapso jamás se borrará la memoria de quienes cayeron víctimas de los desquiciados narcoterroristas que habían desafiado a la institucionalidad y a la nación entera. Don Guillermo Cano, azas conocido y admirado en su época, fue un periodista multifacético y ejemplar. Director de El Espectador, hizo de ese diario una isla de independencia rodeada por el mar del miedo y la genuflexión de otros medios periodísticos. Su inolvidable columna "Libreta de apuntes", la última de su prolífica trayectoria, era un faro moral en medio de la oscura podredumbre que sin tregua corroía al país hasta la médula. Aún en medio de la censura que la prensa colombiana sufrió en varios aciagos períodos, tuvo el valor civil de denunciar con nombre propio a quienes defraudaron la confianza de los colombianos.

Sabía también que esa actitud había sentenciado su vida a una muerte violenta como la que sufrió. Hubo de declararse su homicidio como crimen de lesa humanidad para evitar el olvido que el tiempo logra, efecto buscado además por victimarios, amén de todo tipo de maniobras oscuras en procura de tal fin. Poco será lo que se diga y haga por llegar al punto final de la investigación para que se imparta justicia, así sea tardíamente. Han pasado ya 25 años.

Gracias a los insondables designios divinos, tuve la fortuna de conversar unos pocos minutos con el famoso Vladimir Flórez, mejor conocido como Vladdo, otro polifacético personaje del intelecto nacional.

Caricaturista, humorista gráfico, editor de "unpasquín", columnista y no sé qué más, acaba de publicar su libro "25 años en obra", en la que a través de colecciones de 25 unidades presenta su trayectoria en los diferentes campos en que ha demostrado su talento en este último cuarto de siglo, incluyendo comentarios en la red social Twitter. Un libro que, además de ser agudo y muy agradable de leer, merece el mejor espacio en la biblioteca.

Hay que conmemorar también de merecida manera el esfuerzo intelectual ya quinceañero de los quijotescos fundadores de la revista El Mal pensante, Andrés Hoyos y Mario Jursich. Como todo proyecto, se sabe cómo inicia pero el camino a recorrer es incierto; lo que sí tenían claro desde el comienzo era la independencia crítica y la constante renovación que debía tener la revista para mantenerse fuera del estereotipo de estos medios impresos desde la visión de la cultura con un fino sentido del humor. Lo han logrado: enhorabuena, y adelante con ese ánimo!

El Trío Zabor, uno de los íconos samarios de la balada setentera conformado por Alfredo Borrego y los hermanos Amed y William Zawady, músicos de reconocimiento nacional, después de disolverse hace unos buenos lustros regresa por sus fueros con un estilo remozado y pleno de madurez, según los cortes que conocí hace unas semanas y la información que he obtenido. Cuidadosa selección de temas, voces afinadas y acopladas, buen trabajo de las cuerdas, arreglos concienzudos y extraordinaria producción marcan la línea de trabajo. Vale la pena adquirir el CD y obsequiarlo a los amigos. Un precioso y perdurable regalo.

Apostilla. Un réquiem por Pablo Flórez, el rey del porro, y por Álvaro Camacho Guizado, columnista de El Espectador. Dejan profundos vacíos en sus respectivos géneros.