El Peluca

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



“La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario, en el sentido de que solo es y puede ser producida por un incremento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción”.

Esta es la famosa frase del economista campeón del libre mercado, Milton Friedman, con la que se pretende significar que es a través del control del dinero, siendo tal el instrumento principal de la política económica, como se puede reducir la inflación, y no de otra forma. A esto se le llama monetarismo, y podría ser una negación de la idea según la cual la inflación depende de los agentes económicos que supuestamente suben los precios a su antojo en la plaza, para especular y ganar plata injustamente, a costa del consumidor final que tiene que pagar lo que le pidan por un producto. 

Viene muy a cuento este tema, ahora que en Colombia el Gobierno está hablando por las rendijas del peligroso recurso que es el control de precios, y que parece una solución rápida para frenar a los avivatos que desde la reactivación poscovid deben de haber venido haciendo su agosto en el país; pero que, en el largo plazo, puede convertirse en una muestra más del clásico postulado que propugna que es peor el remedio que la enfermedad. La producción nacional, y con ella la posibilidad de evitar que haya escasez de bienes básicos en los estantes, depende de que no se permita ejercer esa intervención a los importes tan fácil y seductora que, valga recordar, constituyó el inicio del fin de lo que quedaba de la crudo-dependiente economía venezolana, hace más de una década. 

En otro escenario latinoamericano agobiado por la descarada inflación, Argentina, ha surgido en el último tiempo un raro monetarista a medias como candidato a ganar las votaciones presidenciales de este año: Javier Milei, también llamado el Peluca, acaso por su valderramesca cabellera. Se trata de un vociferante economista porteño que ha ejercido el periodismo televisivo, escribe libros, dicta clases universitarias y conferencias de la ciencia económica (muy básicas, dicen sus detractores), y que ha logrado conectarse con buena parte de los argentinos ahogados por el humo que les han vendido los izquierdistas de la más reciente generación en ese otrora boyante pueblo.

De “zurdos de mierda” para abajo, el amigo Milei trata a sus muchísimos adversarios, a los que les tiene jurado, sin temblarle la voz, dolarizar al cien por ciento la economía para desterrar de una buena vez la recurrente inflación austral; acabar con el ministerio de la mujer y demás privilegios antigualitaristas; y, entre otras promesas concretas, renegociar sobre bases de una política realista el conflicto de las Malvinas con Inglaterra (propone hacer algo parecido a lo que China logró con la misma Inglaterra respecto de Hong Kong, siempre dando prelación a la voluntad de los isleños). Este hombre se esfuerza por aparecer nada difuso, como uno que no se anda con vueltas ni quiere agradar a nadie en particular; lo que, es sabido, rinde electoralmente, más en épocas de crisis general y aguda en una nación que, contra lo esperable, no sabe lidiar muy bien con su pobreza cíclica, carece de paciencia. Al libertario selectivo Milei le falta todavía…, pero anda encaminado.