Futbolistas malogrados

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



La difícil escogencia entre la vida a plenitud y el éxito profesional pocas veces culmina en la ideal conjunción de ambas situaciones. La historia del Mágico González es bastante común. Cada país ha tenido el suyo en distintos deportes, y en todas partes se relatan historias de atletas que prefirieron su entorno por encima del dinero y la fama.

Jairo Arboleda está considerado uno de los mejores creativos en la historia del fútbol colombiano. Pereira, el Valle del Cauca y el Deportivo Cali están tatuados en su corazón; del equipo verde saltó a la legendaria selección del Caimán Sánchez. Pudo ser figura en cualquier club del mundo, pero había un problema, según lo refrendan el historiador Guillermo Ruiz y el comentarista Hernán Peláez: su afición por las noches de Cali y Pereira, el aguardiente y el billar. Esto reforzó la leyenda urbana de supuesta embriaguez a la hora de entrar al gramado; como la Mágico, los dirigentes y la afición le protegían cuando la prensa le atacaba. Rechazó una oferta del Independiente de Avellaneda por el arraigo a su entorno.

Santa Marta tuvo en los Valderrama una dinastía brillante; “El pibe”, Didí Alex y Justo Palacios, entre muchos otros. Éste último, alto y corpulento era un fantástico defensor, dueño de una depurada técnica, pero también de una descomunal potencia que le permitía enfrentar con superioridad física a recios delanteros; rápidamente llegó al radar de Gabriel Ochoa, entrenador de Millonarios. El médico quiso vincular al samario a su equipo; de vacaciones en Santa Marta, Ochoa llegó muy puntual a la cita concertada con Justo, pero éste se escapó por el patio trasero de la casa para no firmar; no quería ir a Bogotá. Aun cuando estaba muy arraigado en Santa Marta, jugó pocas semanas en otros clubes, pero pronto regresaba a su ciudad natal; se sentía rey en Pescaíto. El Pibe nunca se sintió cómodo en Europa; desplegó su magia en Colombia.

Alfredo Arango fue contratado por Millonarios, pero nunca se adaptó al frío bogotano; le hacía falta el Mar Caribe. Sus mejores años fueron en el Unión Magdalena y en el Junior. De Barranquilla regresaba a Santa Marta después de cada partido a departir con sus amigos y familiares. John Edison Castaño, gran figura del Mundial Juvenil de 1985, se malogró por su indisciplina y una lesión de rodilla. El Real Madrid lo tuvo en la mira. A Falcao lo frenó su lesión de rodilla; nunca logró recuperar su fenomenal nivel. Valenciano nunca se pudo adaptar a Italia; sucumbió ante el alcohol y la comida.

Diego Maradona tenía su alma dividida entre Buenos Aires y Nápoles, donde fue el máximo ídolo. Llega alicaído luego de superar una dura sanción impuesta por la Federación Española; Barcelona le había deparado muchas amarguras. Nápoles le dio la felicidad que España le había negado; en el brasilero Antonio Careca encontró el partner perfecto para ratificar sus inigualables destrezas futbolísticas. Rechazó una oferta de Berlusconi para ir al Milán; se sentía obligado con su club. La decadencia del argentino lo regresó a su país, luego de un efímero paso por el Sevilla. Apartando su adicción a la cocaína y sus problemas personales, fue amado por argentinos y napolitanos. Tres estadios llevan su nombre: el de Argentinos Juniors, en la Paternal, el legendario San Paolo de Nápoles y el de la Ciudad de La Plata; los grafittis con la figura de Diego aparecen abundantes y espontáneos en Buenos Aires y Nápoles.

A Ronaldinho, quien pudo ser el mejor de la historia, lo malogró la noche; Romario, a pesar de su legendaria indisciplina y el gusto por la vida carioca, ha sido uno de los mejores delanteros de todos los tiempos. Su compatriota Adriano lo perdió todo por la rumba y la indisciplina. Los ingleses George Best y Paul Gascoine fueron víctimas del alcohol. De malogrados deportistas hay miles de historias y leyendas. Pocos fueron felices y exitosos en simultánea.